MIS COSAS DE JACA

Estas páginas van destinadas a todas aquellas personas que quieren a su ciudad, como me sucede a mí con la mía, Jaca. Hablaré, pues, de “mis cosas” esperando que alguna de ellas pueda ser también la tuya o, sencillamente, compartas mi afición por “colarme” entre el pequeño hueco que separa la memoria de la historia, lo general de lo particular o lo material de lo inmaterial. Estas “cosas de Jaca” están construidas a base de anécdotas , fotos de ayer y hoy, recuerdos y vivencias mías y de mis paisanos y de alguna que otra curiosidad, que me atrevo a reflexionar en voz alta. No es mi propósito, pues, ocuparme de los grandes temas de los que ya han tratado ilustres autores, es más bien lo contrario: quiero hacer referencia a rincones ocultos, héroes anónimos, huellas olvidadas, sendas por las que ya no se pasa, lugares que fueron un día centro de atención y hoy han sido relegados a la indiferencia, al olvido o al abandono; a unos escenarios donde se sigue representando la misma obra pero con otros actores.

lunes, 30 de noviembre de 2020

LA CRUZ DE OROEL

 

                               LA CRUZ DE OROEL



       No sabemos con exactitud desde cuándo estuvo la cima de la Peña Oroel acompañada por una cruz, pero tenemos certera noticia de que con anterioridad a 1864 ya existió una de madera. Así lo contó Rafael Leante, un murciano que llegó a la ciudad en 1858 acompañando, como secretario, al nuevo obispo de Jaca, Pedro Lucas Asensio y Pobes, y que terminará ostentando, en 1864, el cargo de canónigo y, desde 1877, el de Arcediano de la diócesis de Jaca: Antes de 1864 existía una cruz de madera carcomida y destrozada por los años y la intemperie”.

      Luego se colocó una segunda cruz, también de madera, a raíz de que el obispo Pedro Lucas Asensio y Pobes y la comitiva que le acompañaba, el último domingo de mayo, subieran en tardicional romería para dirigirse al santuario rupestre de la Virgen de la Cueva situado en la cara sur de la Peña Oroel:

Rafael Margalé


   “En 1864 los familiares del Exmo. Sr. Obispo, don Pedro Lucas Asensio, en unión de otros virtuosos sacerdotes de la localidad, colocaron una cruz de colosales dimensiones, en reconocimiento de la protección del cielo, por haber salido ilesos de una horrorosa tormenta que, poco tiempo antes, les había sorprendido al atravesar con romeros aquel desabrigado y peligroso sitio. Quisieron cumplir tan exactamente su voto, que auxiliados solo por un carpintero, cortaron los maderos en el mismo monte, los condujeron á la cumbre, los labraron y pintaron y por su misma mano enarbolaron la Cruz, empotrándola en el mismo agujero donde existía la que, carcomida y destrozada por los años y la intemperie, quisieron reemplazar" . ("Advocaciones marianas de la Diócésis de Jaca", Rafael Leante y García, 1889.

Pedro Lucas Asensio Pobes. Obispo de Jaca

 

     

    De esta cruz de madera y del monte Oroel nos dio cuenta en 1892, en su A Note-Book in Northern Spain, el hispanista norteamericano Archer M. Huntington, mentor del célebre pintor J. Sorolla y fundador de la Hispanic Society de Nueva York, cuando, partiendo desde Jaca, narra su excursión a la Visgen de la Cueva : "Llegamos a la altura de Barós y reemprendemos el ascenso. La silueta de la imponente figura de Oroel se eleva clara y fría como la de un magnífico rostro egipcio. Más adelante, en el extremo donde el macizo se cruza con el cielo, pueden verse los tenues contornos de una cruz de madera. Después de un ascenso constante alcanzamos la cruz situada en la cima de Oroel y la dejamos atrás. La vista desde allí es magnífica". 

 

    Desde tiempos remotos, en distintos continentes y en numerosas culturas, se ha atribuido a las montañas propiedades espirituales frecuentemente asociadas a un paraje donde moraban divinidades paganas, posteriormente cristianizadas. No es pues extraño, sobre todo en países católicos, que esos lugares, que tanto atrajeron a pintores y poetas románticos, acabaran siendo coronados con una cruz. Gran parte de estas cruces, relativamente recientes, se colocaron en la transición del siglo XIX al XX. Mucho tuvo que ver en esa proliferación de “Cruces de siglo” el hecho de que el papa León XIII decidiera proclamar, en la encíclica del 25 de mayo de 1899, el año 1900 como “Año Santo”, y que de paso, para celebrarlo, recomendara colocar cruces en las cumbres más altas de la cristiandad. Unir esta efemérides simbólica al signo de la cruz resultó una hábil operación que desembocó en la composición de comisiones pastorales para llevar a efecto los deseos del Papa. Desde entonces, las cumbres de los Alpes, las de los Andes, las de los Pirineos y las de otras zonas del mundo fueron coronadas con cruces latinas, principalmente en aquellas montañas que, por una causa u otra, gozaban de una honda notoriedad.

Francisco Javier Valdés Noriega. Obispo de Jaca


 

       Una de las primeras cruces que se realizaron en España haciéndose eco de esas recomendaciones fue la que se ubicó el 12 de noviembre de 1901 en los Montes Vascos sobre la cima del Gorbea, a 1481m. Antes, en enero de ese mismo año, a iniciativa del Prelado jaqués ya se habían iniciado gestiones para colocar, a 1769 m de altura, señoreando la ciudad de Jaca, sobre su “monte sagrado” la Peña Oroel, la tercera y última cruz, en este caso de hierro. Así aparecían reflejadas las  pretendidas intenciones del obispo de Jaca Francisco Javier Valdés Noriega en el periódico local LA MONTAÑA:     

  “ Para conmemorar el comienzo del siglo XX hase iniciado una subscripción en la que tomarán parte todos los fieles de la diócesis con donativos que no excedan de 5 céntimos y con cuyo producto será costeada la construcción de una monumental cruz de hierro en lo más alto del monte Uruel, con el objeto de que sea vista y adorada hasta de los puntos más distantes del obispado”. (LM, 5 de enero de 1901). 


     Con esa mínima cantidad de 5 céntimos se pretendió, como en efecto sucedió, la implicación en el proyecto de jacetanos de todas las parroquias y de toda condición social con recolectas que alcanzaron la cantidad 494,51 pesetas. Los proyectos y la ejecución prolongaron la inauguración un año y medio; mientras tanto se eligió el material y se calculó el tamaño para que fuera visible desde la ciudad, conviniendo que sería de 10,40 m de alto, de los cuales 2 m quedarían soterrados en la roca y que se le añadiría un pararrayos. 

Detalle del crucero
 
     

      Además, se decoraría con dos de los atributos que simbolizan el oficio de los herreros, un martillo y una tenaza que, dispuestos en aspa, se situarían en la intersección de los brazos de la cruz. La cruz se realizó en el nº 9 de la calle del Obispo, por el prestigioso herrero y fontanero del Ayuntamiento Juan Compairé. De su traslado (nada fácil si  tenemos en cuenta que no había acceso rodado y que se subía por la senda de Barós) y de su instalación se ocupó el contratista de obras y carpintero Emeterio Monreal Betés. 

       

                                                  2 de julio de1902.

 

      Esta fue la fecha de su inauguración, que ya se había anticipado en el programa fiestas de Santa Orosia  para el último día: 

       “El día 2 de julio tendrá lugar la inauguración de la cruz monumental, que en conmemoración de la entrada del siglo XX, se está levantando en la cima de Uruel, dará motivo para una gran gira á aquel elevado y pintoresco punto, en el que S.S. Ilma. se propone celebrar el Santo Sacrificio de la Misa á las 8 de la mañana, continuando luego la fiesta durante todo el día en el santuario de la Virgen de la Cueva”. (LA MONTAÑA, 14 de junio de 1902)

 

  Julio de 1902, día de la inauguración de la Cruz de Oroel (AHPZ_MF_COYNE_004269 )

      Llegado el momento, se celebró el evento con la pompa y la suntuosidad que acostumbraban las grandes ocasiones, pues, aparte de las autoridades eclesiásticas, el primer teniente de alcalde, tres concejales, el comandante militar de la Plaza y el comisario de guerra de primera clase, llegaron a reunirse en lo alto unas 800 personas:

 

      “Un hermoso día de verano contribuyó grandemente á que la animación fuera extraordinaria en la gira al monte Uruel. La expedición compuesta de personas pertenecientes á todas las clases sociales principió á salir de esta ciudad á las tres de la madrugada para poder coronar la cima de la granítica mole antes de que los rayos solares hicieran incómodo el viaje. Ya en lo alto el espectáculo era admirable, la muchedumbre formando caprichosos y alegres grupos, extendíase por la inclinada pradera de la vertiente Sur, para admirar el sorprendente panorama que al Norte y Oeste se descubre. La función religiosa fue solemnísima. Bendijo la monumental cruz el virtuosos obispo de Huesca señor Mariano Supervía: á seguida celebró misa nuestro bondadoso Prelado Francisco Javier Valdés  Noriega y terminada esta, el elocuente orador sagrado, Sr. Obispo de Pamplona José López Mendoza, colocado sobre improvisado púlpito dirigió la palabra a la concurrencia, que lo escuchó con religioso recogimiento. De todo ello levantó acta  el notario de D. José María Bandrés que fue suscrita por los tres señores obispos  y las autoridades civil, militar y eclesiástica”. (La Montaña,5 de julio de 1902). Para concluir con una segunda misa celebrada por el ilustre sacerdote jacetano Victoriano Manuel Biscós. 

Aunque no existe documento de la época que hable de este episodio, Juan Lacasa afirma que la cruz sufrió numerosos avatares rodeados de cierto misterio que condujeron a reparaciones. Esta fotografía,que con toda seguridad hizo un joven Francisco de las Heras instalado en Jaca desde 1910, corresponde justo al año en que, seis militares junto a dos paisanos, se ocuparon de reparala por primera vez, y, como se aprecia pintado en la base de la cruz, se hizo en 1918.      

1918. Fotografía de Francisco de las Heras

    Veintisiete años llevaban los jacetanos viendo la cruz sobre la cumbre de Oroel cuando, tronchada por la mitad, apareció con su crucero en el suelo. Un halo de misterio rodeó dicho incidente, para unos causado por un rayo, y para otros víctima de un sabotaje. Sin aclarar los motivos, el periódico local  LA UNIÓN del 8 de agosto de 1929 en primera plana anunciaba:

 

                                                        ¡JACETANOS!

 

                                       LA CRUZ DE URUEL SE DERRUMBA

 

      “Amenaza con caerse a tierra esa atalaya sagrada, amenaza con sucumbir. Un símbolo de nuestra fe que los jaqueses no deben permitir que caiga a tierra. Cruz que fue erigida para que fuese eterna guardadora de esta tierra desafiando vendavales. Todo los jaqueses  y montañeses, creyentes e incrédulos tendremos y queremos depositar nuestra ofrenda para que esa cruz biehechora siga coronando esa cúspide que veló nuestros años mozos y que velará nuestro reposo y será por siempre panteón y mausoleo de los hijos de esta tierra”. ( Antonio Arnal)

 

 Sentado, a la izda., el autor de la foto de Jesús Bretos. En la cruz, sentado, Fernando Bretos, en el centro, sentado Domingo Juan Calvo (herrero) , y, a la derecha, de pie y con sombrero Benito Campo




     La respuesta al llamamiento fue inmediata. En este caso fue la alcaldía la que abrió una suscripción para reparar la Cruz, a la que con entusiasmo respondieron los jacetanos donando un “pequeño óbolo” o cantidades más importantes, como las 25 pts. del obispo o las 10 del alcalde Francisco García.Gracias a esa reposición nosotros siempre hemos observado la silueta de la peña Oroel con un elemento consustancial a ella: su cruz.

Aunque fueron muchos más los siglos en los que al mirar la cumbre que señorea y vigila nuestra ciudad los jaqueses la veían "desnuda", cuando despejaban las nubes o en los pardos atardeceres, hoy día costaría mucho imaginarnos la Peña sin la cruz que corona este "monte sagrado" al que ilustres personajes dedicaron su atención. En efecto, para Miguel de Unamuno representaba un monumento amparador de la ciudad, a Ortega y Gasset le parecía una escultura luminosa,Ramón y Cajalla sentía como un mudo testigo de las legendarias hazañas de la raza y para Archer M. Huntington era como la silueta de un magnífico rostro egipcio.

 

      Un monte con cruz que allí sigue erguida sin grandes sobresaltos y que ha terminado por formar parte de la misma naturaleza. Son 118 años los que lleva poniendo a prueba las "dioptrías" de los jacetanos, dejándose rodear, abrazar, tocar y hacer fotos a todos los que hacen cumbre, independiente de cuál sea su credo. Al fin y al cabo, es una de esas cruces con corazón, forjada con el ahínco, la devoción y el esfuerzo de nuestros padres y abuelos. 

 

 Una tregua en la pandemia. Verano de 2020. Foto, Valentín Mairal

 

Invierno de 2020

2 comentarios:

  1. Un artículo buenísimo!!
    Me encanta leerte. Eres un libro sin final.
    Gracias

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  2. Benjamín Casanova Chulilla2 de julio de 2022, 1:58

    Muy buen artículo sobre un símbolo de nuestra ciudad y su comarca

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