MIS COSAS DE JACA

Estas páginas van destinadas a todas aquellas personas que quieren a su ciudad, como me sucede a mí con la mía, Jaca. Hablaré, pues, de “mis cosas” esperando que alguna de ellas pueda ser también la tuya o, sencillamente, compartas mi afición por “colarme” entre el pequeño hueco que separa la memoria de la historia, lo general de lo particular o lo material de lo inmaterial. Estas “cosas de Jaca” están construidas a base de anécdotas , fotos de ayer y hoy, recuerdos y vivencias mías y de mis paisanos y de alguna que otra curiosidad, que me atrevo a reflexionar en voz alta. No es mi propósito, pues, ocuparme de los grandes temas de los que ya han tratado ilustres autores, es más bien lo contrario: quiero hacer referencia a rincones ocultos, héroes anónimos, huellas olvidadas, sendas por las que ya no se pasa, lugares que fueron un día centro de atención y hoy han sido relegados a la indiferencia, al olvido o al abandono; a unos escenarios donde se sigue representando la misma obra pero con otros actores.

lunes, 30 de noviembre de 2020

LA CRUZ DE OROEL

 

                               LA CRUZ DE OROEL



       No sabemos con exactitud desde cuándo estuvo la cima de la Peña Oroel acompañada por una cruz, pero tenemos certera noticia de que con anterioridad a 1864 ya existió una de madera. Así lo contó Rafael Leante, un murciano que llegó a la ciudad en 1858 acompañando, como secretario, al nuevo obispo de Jaca, Pedro Lucas Asensio y Pobes, y que terminará ostentando, en 1864, el cargo de canónigo y, desde 1877, el de Arcediano de la diócesis de Jaca: Antes de 1864 existía una cruz de madera carcomida y destrozada por los años y la intemperie”.

      Luego se colocó una segunda cruz, también de madera, a raíz de que el obispo Pedro Lucas Asensio y Pobes y la comitiva que le acompañaba, el último domingo de mayo, subieran en tardicional romería para dirigirse al santuario rupestre de la Virgen de la Cueva situado en la cara sur de la Peña Oroel:

Rafael Margalé


   “En 1864 los familiares del Exmo. Sr. Obispo, don Pedro Lucas Asensio, en unión de otros virtuosos sacerdotes de la localidad, colocaron una cruz de colosales dimensiones, en reconocimiento de la protección del cielo, por haber salido ilesos de una horrorosa tormenta que, poco tiempo antes, les había sorprendido al atravesar con romeros aquel desabrigado y peligroso sitio. Quisieron cumplir tan exactamente su voto, que auxiliados solo por un carpintero, cortaron los maderos en el mismo monte, los condujeron á la cumbre, los labraron y pintaron y por su misma mano enarbolaron la Cruz, empotrándola en el mismo agujero donde existía la que, carcomida y destrozada por los años y la intemperie, quisieron reemplazar" . ("Advocaciones marianas de la Diócésis de Jaca", Rafael Leante y García, 1889.

Pedro Lucas Asensio Pobes. Obispo de Jaca

 

     

    De esta cruz de madera y del monte Oroel nos dio cuenta en 1892, en su A Note-Book in Northern Spain, el hispanista norteamericano Archer M. Huntington, mentor del célebre pintor J. Sorolla y fundador de la Hispanic Society de Nueva York, cuando, partiendo desde Jaca, narra su excursión a la Visgen de la Cueva : "Llegamos a la altura de Barós y reemprendemos el ascenso. La silueta de la imponente figura de Oroel se eleva clara y fría como la de un magnífico rostro egipcio. Más adelante, en el extremo donde el macizo se cruza con el cielo, pueden verse los tenues contornos de una cruz de madera. Después de un ascenso constante alcanzamos la cruz situada en la cima de Oroel y la dejamos atrás. La vista desde allí es magnífica". 

 

    Desde tiempos remotos, en distintos continentes y en numerosas culturas, se ha atribuido a las montañas propiedades espirituales frecuentemente asociadas a un paraje donde moraban divinidades paganas, posteriormente cristianizadas. No es pues extraño, sobre todo en países católicos, que esos lugares, que tanto atrajeron a pintores y poetas románticos, acabaran siendo coronados con una cruz. Gran parte de estas cruces, relativamente recientes, se colocaron en la transición del siglo XIX al XX. Mucho tuvo que ver en esa proliferación de “Cruces de siglo” el hecho de que el papa León XIII decidiera proclamar, en la encíclica del 25 de mayo de 1899, el año 1900 como “Año Santo”, y que de paso, para celebrarlo, recomendara colocar cruces en las cumbres más altas de la cristiandad. Unir esta efemérides simbólica al signo de la cruz resultó una hábil operación que desembocó en la composición de comisiones pastorales para llevar a efecto los deseos del Papa. Desde entonces, las cumbres de los Alpes, las de los Andes, las de los Pirineos y las de otras zonas del mundo fueron coronadas con cruces latinas, principalmente en aquellas montañas que, por una causa u otra, gozaban de una honda notoriedad.

Francisco Javier Valdés Noriega. Obispo de Jaca


 

       Una de las primeras cruces que se realizaron en España haciéndose eco de esas recomendaciones fue la que se ubicó el 12 de noviembre de 1901 en los Montes Vascos sobre la cima del Gorbea, a 1481m. Antes, en enero de ese mismo año, a iniciativa del Prelado jaqués ya se habían iniciado gestiones para colocar, a 1769 m de altura, señoreando la ciudad de Jaca, sobre su “monte sagrado” la Peña Oroel, la tercera y última cruz, en este caso de hierro. Así aparecían reflejadas las  pretendidas intenciones del obispo de Jaca Francisco Javier Valdés Noriega en el periódico local LA MONTAÑA:     

  “ Para conmemorar el comienzo del siglo XX hase iniciado una subscripción en la que tomarán parte todos los fieles de la diócesis con donativos que no excedan de 5 céntimos y con cuyo producto será costeada la construcción de una monumental cruz de hierro en lo más alto del monte Uruel, con el objeto de que sea vista y adorada hasta de los puntos más distantes del obispado”. (LM, 5 de enero de 1901). 


     Con esa mínima cantidad de 5 céntimos se pretendió, como en efecto sucedió, la implicación en el proyecto de jacetanos de todas las parroquias y de toda condición social con recolectas que alcanzaron la cantidad 494,51 pesetas. Los proyectos y la ejecución prolongaron la inauguración un año y medio; mientras tanto se eligió el material y se calculó el tamaño para que fuera visible desde la ciudad, conviniendo que sería de 10,40 m de alto, de los cuales 2 m quedarían soterrados en la roca y que se le añadiría un pararrayos. 

Detalle del crucero
 
     

      Además, se decoraría con dos de los atributos que simbolizan el oficio de los herreros, un martillo y una tenaza que, dispuestos en aspa, se situarían en la intersección de los brazos de la cruz. La cruz se realizó en el nº 9 de la calle del Obispo, por el prestigioso herrero y fontanero del Ayuntamiento Juan Compairé. De su traslado (nada fácil si  tenemos en cuenta que no había acceso rodado y que se subía por la senda de Barós) y de su instalación se ocupó el contratista de obras y carpintero Emeterio Monreal Betés. 

       

                                                  2 de julio de1902.

 

      Esta fue la fecha de su inauguración, que ya se había anticipado en el programa fiestas de Santa Orosia  para el último día: 

       “El día 2 de julio tendrá lugar la inauguración de la cruz monumental, que en conmemoración de la entrada del siglo XX, se está levantando en la cima de Uruel, dará motivo para una gran gira á aquel elevado y pintoresco punto, en el que S.S. Ilma. se propone celebrar el Santo Sacrificio de la Misa á las 8 de la mañana, continuando luego la fiesta durante todo el día en el santuario de la Virgen de la Cueva”. (LA MONTAÑA, 14 de junio de 1902)

 

  Julio de 1902, día de la inauguración de la Cruz de Oroel (AHPZ_MF_COYNE_004269 )

      Llegado el momento, se celebró el evento con la pompa y la suntuosidad que acostumbraban las grandes ocasiones, pues, aparte de las autoridades eclesiásticas, el primer teniente de alcalde, tres concejales, el comandante militar de la Plaza y el comisario de guerra de primera clase, llegaron a reunirse en lo alto unas 800 personas:

 

      “Un hermoso día de verano contribuyó grandemente á que la animación fuera extraordinaria en la gira al monte Uruel. La expedición compuesta de personas pertenecientes á todas las clases sociales principió á salir de esta ciudad á las tres de la madrugada para poder coronar la cima de la granítica mole antes de que los rayos solares hicieran incómodo el viaje. Ya en lo alto el espectáculo era admirable, la muchedumbre formando caprichosos y alegres grupos, extendíase por la inclinada pradera de la vertiente Sur, para admirar el sorprendente panorama que al Norte y Oeste se descubre. La función religiosa fue solemnísima. Bendijo la monumental cruz el virtuosos obispo de Huesca señor Mariano Supervía: á seguida celebró misa nuestro bondadoso Prelado Francisco Javier Valdés  Noriega y terminada esta, el elocuente orador sagrado, Sr. Obispo de Pamplona José López Mendoza, colocado sobre improvisado púlpito dirigió la palabra a la concurrencia, que lo escuchó con religioso recogimiento. De todo ello levantó acta  el notario de D. José María Bandrés que fue suscrita por los tres señores obispos  y las autoridades civil, militar y eclesiástica”. (La Montaña,5 de julio de 1902). Para concluir con una segunda misa celebrada por el ilustre sacerdote jacetano Victoriano Manuel Biscós. 

Aunque no existe documento de la época que hable de este episodio, Juan Lacasa afirma que la cruz sufrió numerosos avatares rodeados de cierto misterio que condujeron a reparaciones. Esta fotografía,que con toda seguridad hizo un joven Francisco de las Heras instalado en Jaca desde 1910, corresponde justo al año en que, seis militares junto a dos paisanos, se ocuparon de reparala por primera vez, y, como se aprecia pintado en la base de la cruz, se hizo en 1918.      

1918. Fotografía de Francisco de las Heras

    Veintisiete años llevaban los jacetanos viendo la cruz sobre la cumbre de Oroel cuando, tronchada por la mitad, apareció con su crucero en el suelo. Un halo de misterio rodeó dicho incidente, para unos causado por un rayo, y para otros víctima de un sabotaje. Sin aclarar los motivos, el periódico local  LA UNIÓN del 8 de agosto de 1929 en primera plana anunciaba:

 

                                                        ¡JACETANOS!

 

                                       LA CRUZ DE URUEL SE DERRUMBA

 

      “Amenaza con caerse a tierra esa atalaya sagrada, amenaza con sucumbir. Un símbolo de nuestra fe que los jaqueses no deben permitir que caiga a tierra. Cruz que fue erigida para que fuese eterna guardadora de esta tierra desafiando vendavales. Todo los jaqueses  y montañeses, creyentes e incrédulos tendremos y queremos depositar nuestra ofrenda para que esa cruz biehechora siga coronando esa cúspide que veló nuestros años mozos y que velará nuestro reposo y será por siempre panteón y mausoleo de los hijos de esta tierra”. ( Antonio Arnal)

 

 Sentado, a la izda., el autor de la foto de Jesús Bretos. En la cruz, sentado, Fernando Bretos, en el centro, sentado Domingo Juan Calvo (herrero) , y, a la derecha, de pie y con sombrero Benito Campo




     La respuesta al llamamiento fue inmediata. En este caso fue la alcaldía la que abrió una suscripción para reparar la Cruz, a la que con entusiasmo respondieron los jacetanos donando un “pequeño óbolo” o cantidades más importantes, como las 25 pts. del obispo o las 10 del alcalde Francisco García.Gracias a esa reposición nosotros siempre hemos observado la silueta de la peña Oroel con un elemento consustancial a ella: su cruz.

Aunque fueron muchos más los siglos en los que al mirar la cumbre que señorea y vigila nuestra ciudad los jaqueses la veían "desnuda", cuando despejaban las nubes o en los pardos atardeceres, hoy día costaría mucho imaginarnos la Peña sin la cruz que corona este "monte sagrado" al que ilustres personajes dedicaron su atención. En efecto, para Miguel de Unamuno representaba un monumento amparador de la ciudad, a Ortega y Gasset le parecía una escultura luminosa,Ramón y Cajalla sentía como un mudo testigo de las legendarias hazañas de la raza y para Archer M. Huntington era como la silueta de un magnífico rostro egipcio.

 

      Un monte con cruz que allí sigue erguida sin grandes sobresaltos y que ha terminado por formar parte de la misma naturaleza. Son 118 años los que lleva poniendo a prueba las "dioptrías" de los jacetanos, dejándose rodear, abrazar, tocar y hacer fotos a todos los que hacen cumbre, independiente de cuál sea su credo. Al fin y al cabo, es una de esas cruces con corazón, forjada con el ahínco, la devoción y el esfuerzo de nuestros padres y abuelos. 

 

 Una tregua en la pandemia. Verano de 2020. Foto, Valentín Mairal

 

Invierno de 2020

viernes, 13 de noviembre de 2020

MONUMENTO A LA JACETANIA

HOY,  11 DE NOVIEMBRE DE 2020,  SE CUMPLEN 15 AÑOS DE LA MUDANZA DEL MONUMENTO DE LA JACETANIA DE LA PLAZA DE BISCÓS.


 
Monumento a la Jacetania ubicado en el Paseo de la Cantera

En la plaza de Biscós llevaba 36 años cuando fue desmontada para ser colocada en el paseo de la Cantera. Al escultor Ángel Orensanz, natural de Larués le encargó el Ayuntamiento presidido por Armando Abadía un monumento que representara a la Jacetania. Una escultura que venía a sustituir el hueco nunca olvidado ni perdonado que había ocupado el Templete de Santa Orosia durante 60 años. La escultura se colocaría en un escenario moderno y “renovador”, en una nueva plaza diseñada por el arquitecto urbanista Pérez Arbués. 

 

En la plaza del Pilar de Zaragoza

Fue a las 6 de la mañana del viernes 11 de abril de 1969 cuando se iniciaron los preparativos para el desplazamiento de la estatua, desde los talleres propiedad de D. Jerónimo Cambronero, situados en la calle de Concepción Arenal de Zaragoza, donde se había realizado, para ser trasladada hasta la plaza de San Francisco. Tras ser depositada en un tráiler Pegaso de la casa Carreras de Zaragoza, discurrió por la avenida de la Independencia hasta llegar a la plaza del Pilar. En ese lugar la escultura de metal vitrificado de color esmáltico, de 7 metros de altura y dos mil quinientos kilos, y que para Ángel Orensanz representaba la primera en la que utilizaba el esmalte al fuego, fue izada de nuevo. Allí lo esperaban el alcalde de Zaragoza D. Cesáreo Alierta, algunas autoridades, el propio artista, medios informativos y gran cantidad de público. La estatua llegó a Jaca a las 6,30 h de la tarde, el sábado 12 de abril. Aquí también fue recibida por Orensanz, el alcalde D. Armando Abadía, concejales y prensa. El propio artista reconoció que esta escultura era una de sus mejores obras y que le hubiera agradado exhibirla en París y Londres.

El monumento colocado con la plaza de Biscós a la espalda años 70


 Ese ”Belfegor” vanguardista, no exento de polémica en un principio, con el tiempo ha ido contando con la venia de los jacetanos que ven expresado en ese peregrino del Camino de Santiago de acero " el rostro del caminante medieval enraizado en la tierra pirenaica  desafiando a los montes de enfrente" (A. Orensanz) con la cabellera al viento, la espiritualidad, virilidad y genio del montañés al que adornan símbolos emblemáticos de la zona. El río Aragón, en el espacio vacío de la abertura de su túnica partida.

 

 

 

El monasterio de San Juan de la Peña acogido entre sus manos.

 

 

 

Y ocho placas rectangulares, cuatro a cada lado, que a modo de estolas representan los elementos espirituales, artístico-históricos y económicos más representativos de la Jacetania.

 


El “Santo Grial”y el Libro de La Cadena.

 

 




  La Catedral de Jaca y un  instrumento musical típicamente montañés, el salterio.



 

Un esquiador como alegoría del deporte de la zona y las fábricas de la industría población de Sabiñánigo.

 

 

El Camino de Santiago y un altoaragonés ataviado con prendas tradicionales en sus actividades agropecuarias.

 
 

 

 

La realización de un aparcamiento subterráneo en la histórica plaza del Toro, actualmente de Biscós, volvió de nuevo a transformar radicalmente la imagen de la plaza donde hoy, como ayer, estorbaba otro emblema, al que ya estábamos acostumbrados.

Mudanza del monumento de la Jacetania. De la plaza Biscós al paseo de la Cantera
 

 

 El monumento fue trasladado a la prolongación del paseo de la Cantera, lugar que ocuparon las antiguas piscinas, y tras ser restaurado se colocó, en 2007, dándole la espalda a lo que luego se ha convertido en un moderno espacio creado para la suelta de canes. (I)

  ¿Lo veremos en otro lugar?

 

Ángel Orensanz, 2012
 

Respecto a la ubicación de esta escultura que al fin y al cabo lleva entre nosotros 51 años, Orensanz fue  claro: “No es este el emplazamiento para el que fue creada. la orientación, la luz, y la altura están acordes con el cimborrio de la catedral. Esto es muy grave, ya que demuestra que se está jugando con la propiedad intelectual, algo inadmisible”. “... debe volver a colocarse en esta plaza (Biscós), quizás con el cambio de que tenga la mirada hacia Oroel, ya que durante tantos años ha estado mirando hacia la frontera” “… han perdido piezas y lo que dicen que ha sido una restauración en realidad ha sido pintarla de un lado a otro”.   Polémicas aparte, lo que sí resulta evidente es el gran deterioro que se observa en numerosas partes de la escultura, hasta el punto que el óxido está empezando a cambiar su original factura monocroma. Exige pues una inmediata restauración. La obra lo merece y los jacetanos, también. 

 

              (fuente básica de información, El Pirineo Aragonés)


 

(I)   El que era alcalde en el momento del traslado, Enrique Villarroya, señaló que no se pensó "desmerecer la escultura" y que responde a un acuerdo adoptado por unanimidad de los grupos políticos municipales.

domingo, 9 de agosto de 2020

LA TORRE DEL RELOJ / CÁRCEL DE JACA, NOTAS.















Plaza M. Lacadena y Torre años 60
 

1968. Desmontando el chapitel
El paso de los años acaba siendo un juez severísimo. Hubo mentes que quisieron limpiar de impurezas la famosa Torre del Reloj, también conocida como Torre de la Cárcel. ¿Acaso sabemos en realidad cómo fue esa torre en origen? Puestos a reconstruir, ¿por qué no le añadieron matacanes, almenas o cadalso que bien pudo tener en origen? Nada sabemos sobre el tipo de cubierta que tuvo durante los primeros 150 años de su existencia, antes de colocar el chapitel que soportaría las campanas del reloj que marcaban el paso a la ciudad y otros avisos, como la alarmante señal de fuego dada por la campana mayor. ¿Qué sería de nuestra catedral románica si, en aras al purismo, la hubiéramos despojado de las capillas renacentistas y barrocas? 
La Torre, situada en el corazón de la ciudad y equidistante a cualquier punto de la misma, fue uno de esos emblemas jaqueses que, a modo de "faro", se hacía visible al acercarse a Jaca por cualquiera de los cuatro puntos cardinales. De la misma manera que, a modo de privilegiada atalaya, servía para predecir eventos inesperados o deseados, como ocurrió cuando "el vigía, colocado en lo alto de la torre del Reloj, anunció por medio de la campana del mismo que el automóvil de S. A. la infanta Isabel estaba á la vista en lo alto de Larbesa" (La Unión, 23-VI-1908); pues en su viaje a Tiermas y Pamplona, pasó unas horas en la ciudad. Su condición de "faro" duró alrededor de 500 años, hasta que las modernas urbanizaciones le usurparon el galardón de ser la edificación más alta de la ciudad.  
Campanario de Escolapios
 De esta Torre, ya estudiada por otros autores, me llamó la atención el chapitel, fundamentalmente porque ya no está y porque a "ese caperuchón”, que creía llevaba allí toda la vida, le cogí, como creo que muchos jacetanos verdadero cariño, pues no en vano me acompañó desde que nací hasta 1968.

 ¡Qué no daría yo porque se volvieran a escuchar las horas con aquellas campanas que llevaban tañendo tantos años¡ ¡Ahora mismo sacaría las campanas del patio del Ayuntamiento y las volvería a colocar en lo alto de la Torre¡ Pues para nada se me haría costoso olvidar el actual sonido robótico que emite el fonógrafo que ha relegado a las campanas de su ancestral función para transformarlas en piezas de museo. 

Esa década, la de los sesenta, la de los Beatles y la del Mayo del 68, tan atrayente y feliz para mi generación, no lo fue tanto para las viejos campanarios de nuestra ciudad, pues de los siete que sobresalían y se divisaban en lontananza (el de la Iglesia del Carmen, el de la Catedral, el de Santo Domingo o Santiago, el del Reloj, el de los Escolapios, el del Hospital y el de las Benedictinas), dos de ellos, el del antiguo Hospital de Jaca y el de la Torre del Reloj, enmudecieron para siempre al dar su último latido en 1968. Con posterioridad, en 1984, ocurrió lo mismo con el de la iglesia barroca de la Purísima Concepción de los padres Escolapios.
Reconozco que me pasó desapercibida la torre del antiguo Hospital del Santo Espíritu y San Juan fundado el 20 de octubre de 1540 que unía en uno solo los antiguos hospitales de Santi Spiritus y San Juan Bautista; una grieta en su campanario fue suficiente para que el Consistorio viera más factible “esmocharla” que repararla. 
Con esta actuación desapareció para siempre un campanario que posiblemente fuera anterior a la propia capilla renacentista del hospital, pues reutilizarlo suponía ahorrarse la construcción de uno nuevo. Ayuda a esta hipótesis el hecho de que está situado en el exterior, adosado al lado occidental de la capilla. 
 
Campanario de la capilla del Antiguo Hospital. Izda. 1907 / dcha. 2020



Por el contrario, recuerdo con exactitud cuándo las grúas, excavadoras y camiones redujeron a escombros la torre campanario de los Escolapios, y también los días en que se desmanteló el chapitel de la Torre de la Cárcel.

El de la Cárcel era sin duda el más alto y bello, el que mejor y con más fuerza sonaba y el que, con su reloj,  marcaba el paso a la ciudad. Un sonido que pasaba para mí desapercibido hasta que nos anunciaba la hora del recreo y la hora de la salida de las Escuelas Nacionales, entonces situadas justo al lado, en la calle del Reloj.

Sí, he dicho bien, la calle del Reloj y también la calle de la Cárcel, pues de las dos maneras la llamábamos todavía en mi juventud. Calle que, fiel al peso de la tradición, se resistía al olvido de estos nombres, a pesar de que desde 1922 el Ayuntamiento de Jaca tuvo a bien dedicársela a D. Santiago Ramón y Cajal. Una calle por la que recuerdo ver pasar, hacia la puerta de la torre, al último encargado del mantenimiento del reloj; se trataba del señor Anastasio, hombre de talla muy corta, pelo negro y rizado con amplias entradas, chaqueta y pantalón gris que, manivela en mano, salía de la relojería Baras a diario para, peldaño a peldaño, ascender a lo alto del la Torre y dar cuerda al reloj. 

Torre del reloj con el  "antiguo" chapitel, anterior a 1903. Visto desde el Sur.


Me sorprendió, y me hizo prestar atención a este asunto de las torres, observar, en una pintura al óleo, la parte septentrional de la ciudad amurallada. Allí, como un  gigantesco centinela, destacaba sobremanera la Torre del Reloj, su altura y la forma de su chapitel.

Óleo de 1898 de la zona septentrional de Jaca amurallada, con su espectacular torre.  
 
Al observar detenidamente ese óleo, de 1898, por un momento pensé que el pintor había descuidado las proporciones y había representado la torre más alta de lo que en realidad era.

Pasado el tiempo, cayeron en mis manos unas viejas fotografías y, tras examinarlas, comprendí que ese pintor anónimo no era tan mediocre como creía y que efectivamente, el chapitel, además de tener dos cuerpos bien delimitados (“templetes”) estaba correctamente representado; así que ese tamaño, que a mí me parecía desproporcionado, no era tal, puesto que lo que en realidad veía era un chapitel que ni los jacetanos que nacieron inaugurando el siglo XX ni yo conocimos.

 La torre con el viejo campanil de madera de 1601.  Obsérvese el  saliente alerón volado de madera (rafe) típico de los edificios suntuosos y palacios del Renacimiento Aragonés que, a parte de su función decorativa, protegía  las paredes de la lluvia y humedades así como la inclinación del campanil. (Ilustración del Diccionario de Pascual Madoz, editado en 1845) 
 
 
Se trataba del campanil con cubierta a varias aguas, canetes artísticos y rafe con visera muy prolongada al exterior, que realizaron Urbano de San Vicente y Pedro Gil con el objeto de cobijar la campana de las horas, la de las medias horas y la de los cuartos, en 1601. La misma Torre que vio y describió J. M. Quadrado en 1844: “Torre cuadrangular del reloj coronada por un templete de hoja de lata que inflamado por los rayos del sol resplandece como un faro”(J. M. Quadrado, ARAGÓN, pág. 75) y que cita Madoz en su Diccionario de 1845 como:"Una cárcel, también de piedra sillería, en una torre en cuyo alto está el reloj cubierto de un chapitel de pizarra y sostenido por columnas de madera”.
  
No tengo duda en saber a quién le hubiera encantado observar esa vieja pintura y laa fotografía: a Juan Francisco Aznárez quien, en sus Estudios de historia Jacetana de 1960, al comentar la Torre del Reloj, afirma certeramente:
 "...También desapareció el antiguo chapitel, del que TAL VEZ se conserven fotografías". 

Es extraño, casi diría milagroso, que aquel viejo chapitel de madera y pizarra que cobijaba las campanas hubiera aguantado la friolera de unos 300 años, y es normal que, ante la menguante verticalidad, quebranto y estado de ruina en que se encontraba a finales del siglo XIX, los viandantes elevaran quejas al Consistorio ante el peligro que corrían al pasar por debajo de él. Por este motivo en 1896, aprovechando que se encontraba en Jaca el arquitecto diocesano Mariano Blasco se le pidió que hiciera un reconocimiento del mismo, para, poco después, tras el correspondiente informe, encargarle el proyecto del nuevo chapitel, cuyo diseño se presentó al Ayuntamiento al año siguiente.
 
Colocación del andamiaje para el nuevo chapitel, 1903

La arriesgada operación de desmontar los templetes del viejo chapitel se inició en 1900. Y el nuevo, el de hierro, con el que yo conviví, se terminó de instalar, por el contratista y convecino señor Monen, el 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar, de 1903; durante esos tres años las campanas del reloj de la Cárcel dejaron de sonar.

Mientras tanto se hicieron peticiones para que, una vez quitado el desproporcionado alerón que había en la fachada del Ayuntamiento, se colocara el reloj de la ciudad en una torrecilla, bien en el centro o bien en una esquina del edificio Consistorial de la calle Mayor.



Sin embargo, afortunadamente, el nuevo chapitel, junto con las campanas y reloj se instalaron de nuevo en la Torre. No sin apuros y tras preparar el andamiaje, se colocaron los cuerpos del elegante chapitel de 18 m de altura que, por piezas, había llegado en ferrocarril desde Zaragoza. Se trataba de un chapitel negótico "ad hoc" con los estilos historicistas del momento, ahora realizado en un material más adecuado para aguantar las inclemencias del clima de Jaca, el hierro. 
 
Proyecto Campanil M. A. Blasco, 1896. AMJ

Este nuevo chapitel, de planta octogonal, estaba protegido por una barandilla decorada con un entramado de evocación vegetal. Ocho columnillas ascendían desde los ángulos para soportar la estructura, y en el centro, como elemento más significativo y decorando cada uno de los segmentos, se encontraban sendos arcos lobulados que, en perfecta armonía, asociaban el presente de la arquitectura del hierro con la piedra de los  ventanales góticos del pasado. El chapitel culminaba con un pronunciado pináculo fragmentado en dos cuerpos para cobijar cada una de las campanas y un para rrayos. 

 A pesar de las propuestas que nos hacen Juan Francisco Aznárez y Domingo Buesa Conde, no sabemos con certeza ni el motivo de la construcción de la torre ni quién fue su primer propietario. 

Probablemente esta torre tuvo una doble función, defensiva y residencial: una mezcla de necesidad y de exhibición de poder muy propia del contexto turbulento que imperaba en la época bajomedieval, y en consonancia con otras torres cercanas como las de Larbesa, Canfranc, Aruej, Arrés, Biniés, Santa Cruciella o la "Torre del Moro" que desde el Boalar vigilaba desde un risco la entrada en el valle de Atarés...

 De su habitabilidad algo nos dice su estructura que, con más o menos variantes, era la usual en la zona: planta rectangular, cripta con bóveda de cañón (bodega) y, sobre ella, cinco plantas más. Una primera y segunda donde se pudieron establecer la cocina, los  criados y las gentes de armas; una tercera y cuarta con bellos ventanales góticos, geminados y lobulados, que servirían de salón y dormitorios a los ricos propietarios; y un ático, de menor altura, que pudo ser utilizado como desván, luego palomar.


1910. Fotografí de Jesús Bretos










Y es que, aunque  Jaca estaba protegida con murallas, la Torre del Reloj, exponente máximo de las torres patricias de la ciudad, serviría como último reducto en caso de que la ciudad fuera asediada por el enemigo. Hecho nada extraño si tenemos en cuenta que en Jaca existieron otras torres que, aunque menores, surgieron con la misma finalidad: la Casa-Torre torre gótica del palacio de los Abarcas o condes de Larrosa, la torre gótica que coronaba la Casa-Palacio de los Ximénez de Aragüés y las dos torres bajas, del siglo XVI del palacio del conde de Bervedel. 














Aspecto de la desaparecida Casa- Torre de los Abarca (1) en la Calle de las Damas hoy Calle Echegaray dibujada por Valentín Carderera  durante su visita a Jaca en 1855 de la que anota: "Jaca, del conde De la Rosa. El interior que corresponde a los pisos es notable por los canecillos sobre los que apoyaban el techo volado en las ventanas"  y de la que José Mª Lanzarote Guiral comenta: "se trata de una casa-torre de tres pisos, construida en sillería, con dos vanos de tradición gótica, uno en cada piso y otras dos ventanas conopiales en los pisos primero e inferior, al que se asoma una mujer.   Quizá, la ausencia de puerta en la fachada que daba a la calle de las Damas, se deba a que por motivos de seguridad se abría por el patio lateral. La casa comprendía un complejo de edificios y de espacios al aire libre: cuadras, almacenes, huerto, patio de entrada y bodega con toneles donde se fabricaba vino.  

Nos ayuda a sostener la idea de la  función defensiva de la Torre de la Cárcel observar los restos de algún vano aspillerado, otros reformados para colocar los barrotes carcelarios y la existencia, en la cara norte de la torre, de una "puerta-balcón", situada en el segunda planta que, aunque reformada recientemente, puede ser muy parecida a la original. Un elemento arquitectónico común a otras torres defensivas que en ese momento existían en el Alto Aragón y que obligaba a acceder al interior mediante una escalera de madera.
 Pedro Villacampa, nacido a finales del siglo XV, en 1492, y fallecido en 1563, en El Noticiero de 1350-1563 (una especie de libro de memorias) nos cuenta:"Acerca el anio 1400 se fizo la torre de Larbesa por guerras(...)y en el mesmo tiempo fizo la torre de Jaca don Jorge Lasieso arcediano y costó 24 mil sueldos de facer..."                             Juan Francisco Aznárez al hablar de la Torre del Reloj en Estudios de historia jacetana nos dice que la torre es "obra de mediados del siglo XV, que se levantó con la ayuda de varios próceres jacetanos , y que Arnalt de Lasala deja en 1445 cien sueldos jaqueses "para la obra de la Torre que de presente se faze en la Ciutat". 
Por otra parte, Domingo Buesa Conde, autor en 1987 de  La torre del Reloj de Jaca, en la página 24, nos dice "que su función bien pudo ser determinada por el reciente incendio en las dependencias catedralicias. Quemada la cárcel eclesiástica de Jaca, el canónigo y arcediano Lasieso la levanta para este fin y apoya económicamente la obra el poderoso miembro de la familia Lasala".
               
Desde el mirador privilegiado de la base del Chapitel de la  Torre. Foto de Daniel Dufol Álvarez, hacia 1940



                           ¿PALACIO REAL? 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

Tradicionalmente se vinculó la existencia de la Torre como parte del palacio real de Sancho Ramírez. Teoría que, a pesar de ser reiterada por numerosos autores en sus publicaciones, nunca ha podido probarse; equívoco que de forma inconsciente se ve favorecido por la colocación en la base de la Torre de la estatua de Ramiro I. 

Ramiro I. Obra de Ramón Casadevall, 1972


Sin embrago, sigue teniendo plena vigencia lo dicho en la década de los años 50 por José Mª Lacarra, cuando afirma que el palacio de Ramiro I (1035-1064), padre de Sancho Ramírez, se encontraba construido en otro lugar, en el solar que hoy ocupa el monasterio de las Benedictinas. También Domingo Buesa observó en 1987 contradicciones en la cronología que evidenciaban que la torre de la cárcel no podía ser el palacio real. Asunto este que creo ha quedado zanjado por Alberto Gómez García en el estudio de El Castrum y el palacio real de Jaca (2017) donde, tras hacer un exhaustivo análisis del palacio real y refutar tesis anteriores, prueba que "en Jaca solo hubo un verdadero palacio real, situado en el solar de la Benitas". 

                       


                                            ¿TORRE DEL MERINO?


La Torre también aparece nombrada como "Torre del Merino", algo en parte real, pero que se ha prestado a excesos interpretativos; es cierto que la Torre fue propiedad de los Ximénez Aragüés, Merinos de Jaca y sus Montañas, pero también lo es que solo fue durante 83 años, de 1516 a 1599. Una familia de juristas que ocuparon altos cargos en la ciudad, que desempeñaron casi de forma hereditaria el cargo de Merino durante siglo y medio (1445- 1584), y que, además, tuvieron otras propiedades en Jaca, entre las que se encontraba la Casa-Palacio ubicada en la Calle Mayor, en la que hasta 1914 se pudo contemplar su  espléndida chimenea gótica.

 


                                                     EL RELOJ
                                     

   La compra de la Torre por el Concejo, en 1599, al entonces Merino de la ciudad Pedro Ximénez Aragüés, en un principio para poner en su interior una cárcel más segura, obedecía a un transfondo de mayor calado, pues la razón última de dicha compra fue la instalación de un reloj, que significaría un traspaso de poderes en toda regla. En efecto, la posesión y regulación del tiempo en la ciudad se debe enmarcar en una sociedad donde la Iglesia Católica constituía una estructura capaz de competir con la civil y de ordenarla según sus propios criterios. De allí que, en ese "campo de batalla" entre el poder civil y el religioso, la posesión de un reloj instalado fuera de la Seo se viera como un verdadero símbolo de independencia del poder civil, y también de lo contrario, como la pérdida del mismo por parte de la iglesia.

Maquinaria del  último reloj de la Torre (1932). Foto de A. Ruiz y P. M. Sarrió


El equilibrio tradicional de poderes pareció romperse cuando se decidió traspasar el reloj de la Seo a la Torre. Se trataba de un nuevo reloj encargado a Pedro Rolín de Barbastro que había sido costeado por el Concejo. El reloj había sido colocado en la Catedral en 1596, y cinco años más tarde, tras fundir nuevas campanas, una para los cuartos y otra para las horas, de unos 308 y 1489 kilos respectivamente, se reubicaron en la Torre ahora propiedad de la ciudad. Un traslado que se realizó a pesar de la fuerte oposición del Cabildo.

Campanas del reloj en el Ayuntamiento
Aquel reloj, ya "viejo" y falto de precisión siguió funcionando hasta el siglo XX. No se renovó como se había hecho con el chapitel. Tampoco  faltaron quejas por su deficiente funcionamiento e incluso hubo quien, aprovechando que la piqueta iba a derribar el antiguo chapitel, pidiera su desaparición " aunque sospechamos que esto último preocupará muy poco al vecindario, que habituado á sus intermitencias é informalidades, no escucha las campanas, temeroso de equivocarse en la hora": (La Montaña, 20-VI-1896) .Y no era solo el asunto de tener trasnochado el reloj lo que preocupaba a los jacetanos sino el de no saber a qué reloj atenerse, pues, a pesar de que "el único reloj oficial era el de la torre de la Cárcel" , también sonaba el de la catedral, planteando dudas como la que expuso "M.B". en el periódico local La Montaña el 12 de septiembre de 1896: " Ruégole tenga á bien enterarse de quien corresponda, qué reloj rige en esta población para los actos oficiales, si el de la torre de la cárcel ó el de la catedral, pues sabido es que por regular difieren uno del otro en tocar sus horas sobre quince minutos poco más ó menos".

  Un desconcierto entre los relojes de las torres del que en 1910  se decía que siempre van como vulgarmente se dice,"con la esquina de los caracoles".  Efectivamente, no le faltaba razón al vecino que decía no preocuparle la inexactitud con la que se medía el tiempo ni al que no sabía a qué hora atenerse . Por otra parte, a los jaqueses les sobraban motivos para estar habituados, porque el asunto venía de muy lejos, y ninguno de los relojes funcionaba correctamente. De cualquier forma, el problema era más aparente que real, pues a principios del siglo XX, con la llegada del ferrocarril, Jaca había adquirido hechura de pequeña capital. Contaba con un floreciente comercio y con relojerías donde se podían comprar los últimos modelos de relojes de bolsillo, pulsera, mesa ... además de los consabidos relojes franceses de contrabando, frecuentes en algunas casas. Pero, a pesar de ello, no se renunciaba al valor político y simbólico que tenía el mantener la hora oficial en un reloj público. De allí que, en abril de 1910, el Ayuntamiento adquiriera al más afamado relojero, Clemente Baras, un "hermoso cronómetro" que, colocado en la puerta de su establecimiento, sería de "gran ornato" en la calle Mayor  "á fin de regular la hora oficial y evitar así el desconcierto que existe entre los relojes de las torres[...]  gracias a ello los jaqueses sabemos desde el domingo en qué hora vivimos. Para lo cual nuestro Ayuntamiento tiene acordado conceder á dicho industrial una gratificación anual de 75 pesetas, con cuya cantidad tiene aquel que subvenir al sostenimiento del aparato, y el pago de dos potentes focos eléctricos á fin de iluminar las esferas". (La Unión, 21de abril de 1910)

  El moderno reloj del Ayuntamiento colocado justo en frente de su fachada, en la calle Mayor,  marcaba la hora oficial desde la puerta de la relojería Clemente Baras. Fotografía de Jesús Bretos , 1912

 No obstante, las quejas y mofas a los relojes de las torres continuaron: "Más parece un chirimbolo para desacreditar a nuestro ayuntamiento"; "Que lo arregle un relojero de veras que lo hiciera entrar en cuerda"; "Vale más tener uno bueno de Canseco, que dos malos"; "Saber a qué hora se vive es más difícil que atrapar el gordo de la lotería"; "No saber cuál era la última campanada de la última noche del año1931"... fueron algunos de los "elogios" que les dedicaban a los relojes de las torres que, además, ahora podían comparar su "exactitud" a través de las señales horarias en la radio.

A pesar de ello el viejo reloj de la cárcel siguió funcionando hasta bien entrado el siglo XX, cuando, durante la II República, actuando como presidente de la alcaldía Julio Turrau, fue reemplazado por otro más moderno y último, en 1932.

                                              UNA ANÉCDOTA 


      "Dónde vas que tanto corres 
       A ver al escalatorres"

                                           (Periódico la Unión, 28 de junio de 1923)  

                                           

                                      

1923. La troupe del "Escalatorres" coronando el chapitel de la torre de la Cárcel de Jaca.   Foto, Chema Martínez, expuesta por Lurdes Cavero en  Faceboock en 2014



Las fiestas de Jaca de 1923 guardaban una sorpresa a nuestra Torre. Fue un 28 de junio. En el programa de fiestas de aquel año entre los habituales eventos programados: gigantes y cabezudos, cabalgatas, rondallas, desfile de autos con lindas señoritas, adoración a Santa Orosia, partido de balompié en el nuevo campo de la Corona de los Cuervos, gran feria de ganados, carreras de cintas, carreras de bicicletas y a pie, y bailes... hubo uno que, por nunca visto y emocionante, esperaban con expectación los jacetanos.
Se trataba de la actuación del granadino José de Puertollano junto con su troupe familiar.


Hacia la Torre

Puertollano, verdadero mito de la España de principios del siglo XX, fue conocido como el "Escalatorres", como el "Rey de las Alturas", y  también bautizado por la prensa como el "Hombre Araña", 40 años antes de que, en 1962, Stan Lee y Steve Ditko crearan a Spider-Man.  

Su bien ganada fama la había adquirido trepando y haciendo equilibrios. Primero recorriendo las torres y chimeneas más altas de Galicia (en 1909 escaló la catedral de Santiago de Compostela en presencia de Alfonso XIII), y luego recorriendo el resto de España y Portugal.
Precisamente, el año anterior a hacer su exhibición en Jaca, escaló las torres de la Basílica del Pilar, protagonizando uno de los acontecimientos estelares de las Fiestas de la Pilarica de Zaragoza. 

Saludando
Ese Escalatorres, capaz de dormir a pierna suelta, tomar café, quitarse la chaqueta y saludar con el sombrero desde la punta de un campanario, de una cruz o de un pararrayos, dejó  boquiabiertos a los jacetanos que en gran número acudieron, primero a la Torre del Reloj, y luego al campanario de la Catedral. Acontecimiento que el periódico local, La Unión recogió en estos términos:  



"Bien, amigo Puertollano. ¡Qué ligereza de remos! ¡ qué indiferencia al vacío! y todos como unos memos, cuando tales cosas vemos, exclamamos ¡vaya tío! Trepa, que trepa, que trepa; sube, que sube, que sube, sin haber nadie que sepa, cómo llega hasta la meta, que es, la meta de una nube: y despreciando la vida, siendo duro de testuz, cual torero en gran corrida, con una media caída, se acuesta en la misma cruz. Le dieron mil ovaciones, jaqueses y forasteros; se necesitan riñones para con las ascensiones, poder ganar el dinero".          


El "Escalatorres" sobre el campanario de la Catedral de Jaca,1923



                                          
         LA CÁRCEL  ("Posada del Rey Ramiro")
                            
                           
                        LOS TRISTES DÍAS EN QUE LA TORRE 
                                                FUE MÁS CÁRCEL QUE RELOJ  
                                         


   

   Ciertamente la ciudad necesitaba un lugar más apropiado para custodiar a los presos de la cárcel principal, situada en el siglo XV en un torreón de la puerta de San Pedro. Fue  por fría e insegura, y porque los cautivos por actos civiles estaban mezclados con lo criminales, la causa por la que la antigua cárcel se trasladó a los nuevos locales donde se iba a ubicar en propiedad la primera "Casa de la Ciudad" (Ayuntamiento). Dos caserones "comprados a Martín Abarca en 1486, sitos en la calle Mayor, en el cantón de Capiscol con sendos accesos: por la calle Mayor, y por la del Reloj" (Aznárez, pág. 13)  De allí, pasó en 1602 a la Torre, edificio que desde entonces también será conocido como la Torre de la Cárcel.

Con posterioridad, se fueron acomodando los espacios  comprando casas anexas para ampliar las dependencias y necesidades de la cárcel de Partido judicial. Así trascurrieron los años con una solvente y amplia prisión que cumplía las necesidades de la ciudad y de la comarca (hay que tener en cuenta que los abundantes acuartelamientos militares tenían sus propios calabozos), donde los presos solo veían alterar su rutina en momentos puntuales que solían coincidir con revueltas, cambios de gobierno o acontecimientos bélicos como los de Guerra de la Independencia. 
En 1902, como hemos explicado, no sonaban las campanas del reloj, pero sí fue sonada la fuga de dos presos, a los que sirvió de aliado el reloj de la Torre, pues el sábado 13 de diciembre "a las ocho de la noche, llamó la atención de algunas personas una cuerda que colgada de los muros de la cárcel. Avisado el alcaide del establecimiento observó que se habían fugado un preso de Hecho, acusado de tentativa de violación y otro de Atarés, acusado de incendiario. Los fugitivos habían abierto un gran boquete en una pared interior que comunicaba con la escalera de la torre que conduce al reloj, del cual tomaron una de las maromas de los pesos del reloj que tendieron por la ventana" (La Montaña, 20-XII-1902).

Sin embargo, nada fue comparable a los hechos que tuvieron lugar tras la Sublevación en Jaca del 12 y 13 de diciembre de 1930 y durante los años que siguieron al Alzamiento del 18 de julio de 1936. 
Aquella cárcel para cuyo mantenimiento contribuyeron los comarcanos, prevista para maleantes, asesinos y malhechores, se iba a transformar en penal para algunos jacetanos del siglo XX. Personas a las que tan solo se les podía acusar de haber cometido el "delito" de ser republicanos o haber manifestado alguna simpatía por los ideales de la izquierda política.

 
En el centro, con boina y corbata, saliendo de la cárcel 
 con 50 paisanos, Pío Díaz, alcalde durante la
Insurrección Republicana del 12-13 diciembre de 1931
         (Foto cedida por Esteban C. Gómez)


Como negro presagio de acontecimientos posteriores, el 15 de diciembre ya estaban encarcelados una treintena de jacetanos, junto a su fugaz alcalde republicano Pio Díaz, y Casares Quiroga. Número que con rapidez alcanzó la cifra de 139 al terminar el mes; para, cuatro meses después, tras el triunfo de las candidaturas republicanas, ser liberados el 14 de abril de 1931.

Iniciado el Levantamiento y la Guerra Civil, la cárcel, ahora  trasformada en antesala de la muerte, se quedó pequeña. Detenciones arbitrarias, ajustes de cuentas y acusaciones infundadas llenaron la "Prisión de Partido y la torre de la cárcel o "Posada del Rey Ramiro" como la llamaban con sorna los detenidos en ella". Y de allí, sin acusación alguna, sin previo juicio o consejo de guerra, fueron conducidos en camiones hacia  pelotones de fusilamiento formados en las afueras de la ciudad donde "en los primeros ocho meses, 271 personas, entre el fuerte de Rapitán y el de las Batiellas, encontraron su particular Mauthausen"  (El eco de las descargas, Esteban C. Gómez ).
Testigo inesperado de excepción de aquellos acontecimientos fue Joaquín Maurín, secretario General de la CNT, del POUM y diputado en Cortes por Barcelona, quien intentando pasar a Francia con el nombre falso de Joaquín Julio Ferrer narró su estancia en la ciudad, su detención y los días que pasó en la cárcel de Jaca.

                  ( Extracto de Cómo se salvó Joaquín Maurín, 
                             apartado VI. "EN LA PRISIÓN DE JACA")

"El edificio está pegado a una torre, en la que se encuentra el reloj que oficialmente marca el tiempo a la ciudad. Para subir a la torre a dar cuerda al reloj hay que entrar en la prisión. En tiempos de paz, la prisión de Jaca albergaba, cuando más, a media docena de presos comunes... En el mismo piso estaba la capilla. En el primer piso había tres habitaciones, dos de las cuales y una cocina formaban la residencia del jefe de la prisión. La tercera, era la oficina. La normalidad de la prisión se alteró totalmente a partir del 18 o 20 de julio. Donde antes había media docena de presos, ahora se amontonaban doscientos, quizá trescientos. Primeramente, se utilizaron las habitaciones del jefe en el primer piso, y la capilla, en el segundo. Pero ese espacio no era suficiente. Hubo que habilitar los rellanos de la torre del reloj y el palomar, situado en lo más alto de la torre. Las palomas se desbandaron... Había gente de todas las edades: jóvenes y viejos, aunque predominando los hombres de edad madura. Daban la impresión de pertenecer a la clase media.

 Joaquín Maurín
La capilla, en cierto modo, era el departamento de los presos «distinguidos»...

Aunque sólo era media tarde, la atmósfera era densa, opaca: las personas parecían sombras... La prisión albergaba a unas trescientas personas... En el departamento de mujeres, un cuchitril alargado, con dos pequeños ventanillos, había unas treinta presas... La mayor parte eran campesinos y obreros. Luego venía la clase media: comerciantes, secretarios de ayuntamiento, maestros, médicos, empleados. Todos, fabricados de la mejor madera de que se puede hacer al hombre... Políticamente, los presos de Jaca eran republicanos, socialistas y cenetistas. Todos eran de Jaca o de los pueblos vecinos y estaban identificados. El único forastero era yo, Joaquín Julio Ferrer... El funcionario del Ayuntamiento que subía todos los días a la torre a dar cuerda al reloj municipal resumía a los presos, localizados en los rellanos de la torre, la marcha de los acontecimientos. Los presos que ingresaban eran otra fuente de información... A fines de septiembre o comienzos de octubre, recomenzaron los fusilamientos. Generalmente, la operación tenía lugar dos veces por semana, a razón de un promedio de diez o doce por tanda.
Poco antes del amanecer, se oía el roncar de un motor delante de la prisión. Todo el mundo estaba despierto, aguzando el oído. No se movía nadie. Poco después resonaban pasos fuertes en los peldaños de la escalera que conducía al primer piso. Transcurrían unos minutos de profundo silencio. Luego, el oficial de guardia abría la puerta de la capilla o la cancela de la nave principal o se asomaba a la escalerilla de la torre y voceaba los nombres de los elegidos: -¡Fulano de Tal! ¡Fulano de Cual!… En menos de diez minutos, los escogidos estaban listos para partir. No presencié nunca un caso de flaqueza o debilidad. Mozos y viejos se comportaban como héroes. Y lo eran.

De vez en cuando había una exclamación patética: -¡Hasta la eternidad, compañeros!

-¡Mis hijos! ¡Mis pobres hijos!

Los elegidos bajaban al primer piso. Allí eran identificados. La Guardia Civil los esposaba y los conducía al autobús que aguardaba delante de la prisión... Parecía el coro de una tragedia griega. ¿Cómo habían llegado a saber tan pronto quiénes eran las víctimas? No lo sé. 

A pesar de las salidas matinales, como había nuevos ingresos, casi todos campesinos de los pueblos del distrito, en la prisión no se cabía: reventaba.

... Las autoridades acordaron descongestionarla, y parte de los detenidos fueron trasladados al fuerte de Rapitán, en las proximidades de la ciudad.
En los meses que siguieron fueron puestos en libertad muchos presos. La prisión iba vaciándose. Las palomas, fugitivas durante cerca de un año, regresaron progresivamente al palomar de la torre".


 
Torre en la Actualidad, 2020

Según investigaciones de Esteban C. Gómez, los fusilamientos continuaron hasta 1942, de ellos, 386 eran de Jaca y vecinos de los municipios próximos que fueron traídos y fusilados; y hasta un nº de 402, de otros lugares pertenecientes al partido judicial de Jaca, pero fusilados en otros lugares.




Placa sobre la fachada norte de la Torrre 
La prisión de Partido cesó como tal en 1955. En la Torre, utilizada como calabozo, se dejaban ver tras las barrotes de las ventanas, algunos presos comunes hasta los primeros años de la década de los sesenta. Hasta que, en 1968, se aisló la torre y se sustituyó el chapitel por un tejado a dos aguas. El aspecto externo e interno de la Torre no ha variado desde 1986, año en el que se remodelaron sus interiores para establecer la Sede de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos, organismo dependiente del Consejo de Europa.



 Aspecto que tendría la torre si se hubiera tenido en cuenta el trabajo de
 Jesús Dumall y Manuel Campo


 Se aisló la torre, se le dio un empaque más acorde con la original, pero, como he dicho al inicio, nada sabemos sobre el tipo de cubierta que tuvo durante los primeros 150 años. De allí que, en mi modesta opinión, en su restauración se perdiera una ocasión de oro para resucitar su aspecto medieval.  De ello dieron cuenta tanto Jesús Dumall como Manuel Campo al exponer amargura en la revista Jacetania de diciembre de 1970: 
 

"Cuando se estaba coronando la Torre con ese feísimo tejado que ahora lleva, presenté un trabajo realizado por Jesús Dumall, sobre una fotografía del firmante para mostrar COMO PUDO QUEDAR LA TORRE DEL RELOJ, si al reformar la misma, se hubiera ajustado a lo que en un principio se habló, y en cierto modo, se prometió: DOTARLA DE ALMENAS..."
(Manuel Campo Pérez)  

 

 

   Cincuenta y dos años después, Desde ARCA, Castillos de Aragón,  José Manuel Clua hizo en 1922 esta propuesta de reforma de la Torre:

"Hace poco tiempo os figuraba en lo que desde ARCA estábamos trabajando, era la realización de un recortable de la Torre de la Cárcel de Jaca.
El caso es, que desde Jaca se sugirió recuperar ese posible (aunque no lo sabremos nunca) aspecto primigenio de la torre. Esa puerta en altura y su acceso, así como un posible cadalso que quizás tuviera (no lo sabremos) al igual que otras torres de ese tipo que si lo tienen. Posiblemente sus cuantiosas transformaciones hayan borrado los vestigios de saber si lo tuvo o no.
Pero aquí os dejo los recortables montados que esperamos poder presentarlos en septiembre. Uno la versión actual y otro con la recreación primigenia".

 


 

(1) El testamento de don Rodrigo Abarca (1454) reconoce que tiene la ciudad de Jaca una torre en la calle Trapería  ( plaza de la Catedral, según Jean Passini) con sus casas, patios y huertos y "bodega al suelo de la Torre con multa vaxiellaya vinaria". En 1578 se localiza entre las calles de la Trapería y  Obispo. Se sitúa en 1650 entre la calle las Damas y  Obispo. Y finalmente,  en el censo de 1718 la Casa-Torre donde habitaba el conde de la Rosa , don Juan Abarca,  la sitúa en la calle de las Damas, hoy Echegaray.

 Según Domingo Buesa  comparando el nomenclator urbano dieciochesco de Jaca con el actual, puede identificarse la calle Trapería, luego llamada de las Damas, con la actual de Echegaray ( Gómez de Valenzuela, página 115).

                            
CRONOLOGÍA SOBRE LA TORRE 

                                      (Datos extraídos de La Torre del Reloj. Domingo J. Buesa, 1987)


1445. Se está edificando la torre.

1516. Los Lóriz la venden a Miguel Ximénez .

1599. La torre es comprada por el Ayuntamiento. Se
         traslada el reloj desde la catedral. Se funden las 
         campanas.

1600. Pleito sobre la cárcel con el bayle. Primera inspección de la torre. En el Concejo la prepara para cárcel real.
 
1601. Se hace el chapitel. Se colocan las campanas.
 
1602. Se concede licencia para convertirla en cárcel.

1675. Obras en la techumbre de la torre.
 
1809. Obras en las cárceles reales.
 
1852. Se gira inspección a la torre.
 
1853. Se subastan las obras de la torre.
 
1857. Se ejecutan las obras en las cárceles.
 
1884. Obras en cinco ventanas de la torre. 

1896. Expediente de la reparación de la cúpula.

1897. Proyecto de derribo de la cupulilla.

1900. Se inician las obras de derribo. 

1902. Proyecto del arquitecto Blasco. Se quita el reloj de la
         torre.
1903. Obras en el remate de la torre.
 
1925. Petición de presupuesto para un nuevo reloj.
 
1932. Se pone el nuevo reloj.

1949. Se pinta la torre metálica.

1955. Se suprime la cárcel de Jaca.

1955. Petición de declaración de Monumento Histórico Artistíco. 
 
1956. Se repara la estructura metálica de la torre.
 
1959. Plan de arreglo del chapitel de la Torre.

1968. Se aísla la torre.
         






                                                           BIBLIOGRAFÍA


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CARDERERA Y SOLANO, Valentín. Mi diario de Viaje a Aragón... 1855.. Manuscrito en AFC y publicado en el anexo II.6.
 
Quadrado, José María (1844): Recuerdos y bellezas de España: Aragón. Vol. 1. Barcelona.
 
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GÓMEZ, Esteban C. La insurrección de Jaca. Los hombres que trajeron la república. Edita ESCEGO. Barcelona 1996.
 
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GÓMEZ García, Alberto "El Castrum y el palacio real de Jaca"  Estudio realizado para beca de Investigación promovida por la Asociación Sancho Ramírez. Jaca, noviembre de 2017. 

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