MIS COSAS DE JACA

Estas páginas van destinadas a todas aquellas personas que quieren a su ciudad, como me sucede a mí con la mía, Jaca. Hablaré, pues, de “mis cosas” esperando que alguna de ellas pueda ser también la tuya o, sencillamente, compartas mi afición por “colarme” entre el pequeño hueco que separa la memoria de la historia, lo general de lo particular o lo material de lo inmaterial. Estas “cosas de Jaca” están construidas a base de anécdotas , fotos de ayer y hoy, recuerdos y vivencias mías y de mis paisanos y de alguna que otra curiosidad, que me atrevo a reflexionar en voz alta. No es mi propósito, pues, ocuparme de los grandes temas de los que ya han tratado ilustres autores, es más bien lo contrario: quiero hacer referencia a rincones ocultos, héroes anónimos, huellas olvidadas, sendas por las que ya no se pasa, lugares que fueron un día centro de atención y hoy han sido relegados a la indiferencia, al olvido o al abandono; a unos escenarios donde se sigue representando la misma obra pero con otros actores.

viernes, 27 de mayo de 2022

LA CALLE MAYOR III, AÑOS 60

 AÑOS 60, LA CALLE MAYOR DE MI JUVENTUD
                   

I. ANTECEDENTES,  SIGLO XIX Y ENTRADA EN EL SIGLO XX

  II. AÑOS VEINTE,  TREINTA, CUARENTA Y CINCUENTA

 III. LA CALLE DE MI JUVENTUD. AÑOS 60

 IV. CALLE MAYOR IV. AÑO 2022 

 


 

 
 Los clásicos comercios seguían con su predominante posición comercial ganada a base de la fidelidad y del trato casi familiar que se establecía entre clientes y dueños o dependientes: San Juan, Juan Lacasa, El Siglo, Hotel La Paz, Cavero, Zapatería Callizo, La Suiza, Arco Iris, Relojería y Óptica Val, Sastrería Abad, Los Morenos...
 
Restaurante Galindo, n.º 43. Foto V. M.
 A estos se les añadieron los almacenes Simeón (1964) que, herederos de los Almacenes San Pedro, habían llegado con una variadísima oferta en telas y prendas de vestir y la Unión Eléctrica de Jaca S.A., al lado de la tienda de regalos de Joaquín Ara, en el n.º 11, cuyos espectaculares y luminosos escaparates ofrecían productos de la "capital" muy anhelados en esos momentos: electrodomésticos, televisores, radios, transistores, magnetófonos y tocadiscos.
 
C.Rural Provincial de Huesca en el  nº. 41. Foto V.M.
En el otro extremo de la calle, recuerdo el Restaurante Galindo en n.º 43, la Caja Rural  Provincial de Huesca en el n.º 41, junto a la panadería-tienda del señor Iguácel.
 
Completaban aquel lado de acera el bar Andaluz, la fábrica de malte La Salud y el taller de hierros y fontanería de los Hermanos Izaguirre. La otra caja, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, estaba en el n.º 8, junto a Los Morenos, y, frente al Hostal a Oroel, el Banco Aragón, en el n.º 1. Junto al Ayuntamiento, en el n.º 22, el Centro de Iniciativa y Turismo de Jaca donde se redactaba la revista JACETANIA, que mudó su sede en 1967 a una casita "vanguardista" con paredes envueltas en costeros de madera barnizada, situada en el centro de la Parada de Taxis y conocida popularmente como "La Casa de la Pradera".
 
Foto publicada por Quico Ceballos

Aquella calle, la de mi juventud, tenía aceras estrechas y piso de adoquines grises colocados a la antigua usanza,bien ajustados, nivelados y nutridos con la pátina adquirida a costa de las pisadas de los paseantes. 
Pasear por allí suponía impregnarnos del aroma a cacao que desprendía el obrador de la fábrica de chocolate de Juan Lacasa y del olor a corderico que desprendían las dos carnicerías: la de Dámaso Gracia, entonces en el n.º 37, y  la de "Raca" (junto al zapatero remendón Ignacio Garralda) casi enfrente; suponía comprar sidral con regaliz, chicle bazoca, cucuruchos de chufas, petardos, pepinillos...en La Casita antes de entrar en el cine de los Padres Escolapios. Un negocio que Aurorita, hija del oftálmologo Germán Beritens montó en los años 50; suponía ver en riguroso silencio, con las puertas de los bares cerrados, el paso de las procesiones de Semana Santa. 
 
 

 A la izda. el patio donde estaba "La Casita",  negocio innovador que quedará en el recuerdo de miles de jóvenes de aquellas décadas. A la dcha., en primer plano, el cartel que anunciaba la carnicería de Dámaso Gracia y la tienda de Primitivo Urieta
Teníamos como centro de cita o reunión las "Cuatro Esquinas"; alquilábamos libros en la Biblioteca Municipal situada en el interior del Ayuntamiento; comprábamos helados a la familia Diego y barquillos al señor Martínez  en los puestos colocados a izquierda y derecha de la Casa Consistorial; esperábamos la salida de los cabezudos enfrente del Ayuntamiento; celebrábamos el Viernes de Mayo con himno y música incluidos;
 
 1968. Primer Viernes de Mayo. Poca gente se sabía la letra del Himno. Hasta entonces solo se había cantado 9 veces, acompañado por el director de la banda municipal Miguel Lerma. En el centro el Síndico Antonio Bueno. Entre las autoridades, el alcalde Armando Abadía y el teniente se alcalde Carlos Lapeña; representando al conde Aznar, Carlos García. Los músicos Domingo Lamata y Antonio Lacasta. A la izquerda, junto al macero Eugenio Acín, el paloteau infantil integrado por: Paco Benítez,  Francisco Orduna, Enrique Lope, Ricardo Márquez, Antonio García, J. Mª Tomás, Javier López, Enrique Piedrafita, Carlos Mª Lapeña, Pedro Gil,  Valentín Mairal(tras el macero)  y Arrojo. (Foto Barrio)
 
comprábamos merengues en la Imperial y bollos suizos con chocolatina Nestlé en La Suiza; pasábamos algún rato bajo las luces de neón de los escaparates de los almacenes Simeón oyendo los discos de FórmulaV y Janette... Comprábamos las figuras del Belén por Navidad en el Siglo; echábamos la carta a los Reyes Magos en Cavero; mirábamos la hora en el antiguo reloj de la óptica Baras. Nos hacíamos las primeras fotografías en Las Heras (así lo llamaba todavía mi madre) en el estudio que en el piso superior tenía el señor Peñarroya; encargábamos los libros de bachiller en la librería Vela. E incluso recuerdo haberme hecho alguna camisa a medida en el Ansotano y alguna americana en la Sastrería Abad.        
 



Alagunas cosas no cambian. Tras fuertes lluvias, entrada de la calle inundada. La administración de lotería y librería de Maricarmen Vela, el Estanco, la barbería de J. Mª Ara, Regalos Ordesa y Calzados Callizo
 
Aquella calle, a partir de las 6 de la tarde y hasta la hora de retreta, quedaba invadida por cientos de soldados de remplazo que, ataviados con sus tres-cuartos de cartón piedra de color caqui, deambulaban de un lado otro desprendiendo un peculiar "aroma" a sudor y ropa vieja, a muchos de ellos les esperaba la parada de turno en la tienda de Falcón. Efectivamente, no había día que no se les viera haciendo una cola de más de 30 metros para entrar en esa tiendecita con unos escaparates repletos de variadísimos productos, entre los que no faltaban armónicas de todos los tamaños y marcas, postales, hilos de coser, botones, galones, dedales, souvenirs... Cualquier pretexto servía con tal de entrar y ver a su dueña. Valía la pena. Les iba a atender la Falcona, (1) una belleza cuya fama traspasó generaciones posteriores. 
Por aquel entonces los coches habituales, 2CV, Seat 600, Simca 1000 y algún Citroen "tiburón" francés,  todavía podían aparcar y circular en las dos direcciones. Por la mañana, con la calle brillante, recién regada, era habitual el paseo de algún guardia municipal que, calle arriba y calle abajo, apremiaba a los chóferes de los camiones y las furgonetas de reparto para evitar "atascos", al tiempo que vigilaba la caducidad de las matrículas de las bicis que estaban  aparcadas en los bordillos de las aceras sin candado. 

1965 desde el interio 600. Nevada sobre la Calle Mayor. A la izquierda, el desaparecido colegio de los Padres Escolapios. Foto V.M. 
 
Por un motivo u otro hubo lugares en aquella calle con los que mis recuerdos se abren a una ventana de horizontes más amplios.
En el n.º 21, en parte de los bajos de la tienda-ferretería de Ernesto García, pegada a la tienda de regalos Ordesa, se había instalado la Autoescuela de Félix Casamián en cuya puerta, con mucha frecuencia, había uno de sus Seats 600 aparcado. Siempre me llamó la atención el peculiar anuncio que llevaban instalados en los capots aquellos 600; un triángulo con marco rojo sobre fondo blanco donde ponía Autoescuela Casamián, que más parecía una señal de peligro o de ceda el paso. Eran años en los que para examinarse del carnet de conducir tenían que levantarnarse a las 6 de la mañana y bajar a Huesca en los taxis del señor Forcada y de los hermanos Sánchez. 
 
Interior del Hostal Oroel. Foto V.M.
Había que hacer el examen teórico y luego el práctico por las calles de la capital en la que, a diferencia de Jaca, ya había semáforos. Enfrente de la autoescuela se encontraba el bar Goya y también, como hoy, las farmacias de Aurelio Español y de Mariano Gállego regentada por Diogeniano Bailo. Esta última resultaba una visita obligada antes de ir al médico cuando el asunto no era grave. Su encargado, "Diogen", parecía tener placebos para todo el mundo, incluso me sirvió unas inyecciones de penicilina sin receta, para curar del moquillo a mi querido perro Sol, que lograron su total recuperación.
Me llamaba mucho la atención otra tienda de comestibles por la que desfilaba un francés tras otro, me refiero a la tienda de Primitivo Urieta y la señora Presen, situada junto a la "Casita" casi enfrente de la mantequería de Raca. En realidad, más que en la tienda, en lo que me fijaba era en los capazos y cestos de mimbre, sombreros mejicanos, y rastras de ajos y cebollas que estaban colgados alrededor de la puerta de entrada. Una decoración que al parecer atraía a nuestros vecinos franceses que además de eso compraban también licores como Pernod, Pastis, Oporto, Málaga, vino moscatel...
 
Procesión del P.V. de Mayo. Los maceros Bernardino  Jiménez y Eugenio Acín secundan al Síndico  Ángel Orós. A la derecha, un precioso bar con decoración modernista en su interior (hoy, comercio de Prado). El Espacio entre el bar Goya y el Ayuntamiento fue derribado y en su lugar se construyó un bloque de pisos donde actualmente se ubican Ibercaja y Radio Jaca.
 
Por la mañana, sobre todo los domingos, y a la hora del paseo de la tarde, un inconfundible olor a aceite frito emanaba de un local. Se trataba de la churrería cuyo nombre estaba pintado en la jamba de la puerta Apolonia, y al lado, justo en la entrada, unos churros de señuelo, siempre duros, depositados en un escurridor cónico de aluminio que se iban renovando a medida que la chiquillería daba buena cuenta de ellos. Tras la puerta, unas pequeñas mesas redondas de mármol gris y pies de hierro fundido de color negro, ocupaban un amplio espacio algo oscuro que, probablemente, en su día, formaron parte del Café La Amistad. Y al fondo, con abundante luz, se encontraba la señora Apolonia atizando los fogones de la cocinilla de carbón, ayudada por otra señora de mediana edad, Mari. Por lo general, había siempre cola y teníamos que esperar un rato. De pie, mientras esperábamos turno, observábamos cómo Apolonia, una señora que rondaba los 70 años, pequeña pero con rasmia, o como decimos por aquí "todo nervio", moño gris muy apañado y vestida de negro con delantal rigurosamente blanco, cortaba los churros con la mano dejándolos caer delicadamente sobre el aceite hirviendo sin dejar de dar conversación a los clientes. De aquella pequeña cocina salíamos con un cucurucho de papel de estraza gris repleto de exquisitos churros o con unas cortezas gigantes, buenísimas, que jamás he podido voler a probar. Nunca nos sentábamos a comer en las mesitas porque, antes de llegar al Paseo o al Ayuntamiento, los churros ya habían desaparecido de la papeleta. 
 
"Foto Cine Olimpia" de Antonio Tramullas. Solo falta la bici de su esposa Margot la "Madame" aparcada en frente de la puerta. El portal de la derecha es el de la Churrería Apolonia y  el  de la izquierda el de Los Morenos. (Foto publicada por  Quico Ceballos)

 
Las tareas escolares hicieron habitual mi presencia en la librería de Fausto Abad, señor mayor, atento y muy amable que, junto a su hija Alicia, atendían tras el mostrador situado a la derecha de la tienda. A la compra habitual, algún lápiz, goma, plumier, tintero de tinta china Pelikan o cuadernos de caligrafía, le seguía una atenta mirada para repasar las revistas, almanaques, tebeos, cuentos del Capitán Trueno, del Jabato, de Roberto Alcázar y Pedrín, etc. que, expuestos en una repisa, a modo de alargada mesa rectangular, ocupaban el centro de la tienda y podíamos consultar, casi rozando las interminables estanterías que cubrían las paredes repletas libros. Aquel ambiente de la librería cambiaba por completo los domingos por la mañana, pues una larga cola de gente mayor ocupaba la acera hasta la puerta para comprar el Heraldo de Aragón que distribuido en fardos había llegado por ferrocarril.
 
Salida de la calle Mayor por las Benitas. Al fondo, la Corona de los Cuervos. Foto V.M.


    Durante bastante tiempo para mí la Calle quedó reducida al entorno del convento de las Benitas, pero no para ir al colegio. De muy niño, fueron muchos días los que acudí con una lechera de aluminio en la mano a la Plazuela de las Monjas. Una vez atravesada la puerta central, tiraba de una cadenita que estaba en la pared de enfrente, sonaba una campanilla, se oía una voz que decía "Ave María Purísima", giraba un torno de madera marrón, yo colocaba la lechera vacía y !oh, milagro! volvía a girar el torno y, sin mediar palabra, aparecía la lechera llena. La puerta de la izquierda de la Plazuela era la de la iglesia, una visita obligada en Semana Santa, para ver el Monumento que las monjas preparaban los días de Jueves y Viernes Santo en una capilla lateral.Y por la otra puerta de la plazuela, la de la derecha, se subía a los locales de Acción Católica. Se accedía por unas viejas escaleras de madera que llevaban al último piso de aquel Caserón que casi anunciaba ruina. Fueron muchas las tardes que pasábamos los chavales en aquellos locales que regentaba un señor alto, de fino pelo canoso, amable, educado y lleno de paciencia, D. Pedro Aragüés. Fueron tardes de billar, de ping- pong y de ver aquellos partidos legendarios de Copa de Europa, del Real Madrid de Diestéfano. 
No muy lejos, y siendo yo algo más mayor, otro lugar de concurrencia habitual fue el bar Marroquí situado en frente de la chatarrería del señor Lorenzo Lacasa. Acudíamos a jugar al futbolín entre trago y trago de sidra. ¡Curiosa aquella adictiva y fervorosa afición al futbolín! Nos podíamos juntar cuadrillas de distintos amigos y, mezclados, organizar un sistema de juego que denominábamos "echar un palo", es decir, uno jugaba hasta que le metían gol. En ese caso se pasaba de la delantera a la defensa y, tras otro gol, en riguroso turno, entraba el siguiente. De esta forma podíamos pasar la tarde una docena de chavales con un solo futbolín.  
 
"La Petaca" aparcada en la estación de ferrocarril. Auténtico icono de estos años en Jaca, a la que se dedicaron coplas como esta: "Un viajero que llegaba/ muy enfermo de riñón/ se murió con los vaivenes/ del coche de la estación". Foto cedida por Alfred Claver

  Probablemente por ser el primer coche en el que recuerdo ir montado le cogí bastante cariño, se trataba de la Petaca. Era frecuente que la chavalería, mientras este paraba para bajar viajeros o dejar algún porte, aprovecháramos para colgarnos en el escalón de acceso de la parte de atrás y permanecer allí mientras callejeaba. En realidad fueron dos las Petacas las que conducían a los viajeros a la estación de ferrocarril.
 



"La Petaca" en la esquina de C/ Mayor con Carmen. Foto publicada por José Domínguez
 
 Un modelo "made in Jaca", que venía a sustituir a una diligencia tirada por caballos que todavía estaba en funcionamiento en los años cuarenta. Su carrocería era  de madera de okume y sus asientos de guattapercha en color granate, se habían realizado en la carpintería-carrocería de Joaquín Garcés. Aquellas Petacas del señor Izuel, de casa Pavarra, se guardaban en la calle Mayor, bajo la Fonda España, justo en frente de la exposición de muebles Duranco. Una raya pintada en el suelo de la calle y una plancha metálica para salvar la acera les servían de ayuda a los chóferes, Primo y Martín, para meterlos marcha a trás en el garaje situado en el actual n.º 15 (gestoría Asemval) donde también la RENFE tenía el despacho central para vender los billetes y donde, además, se guardaba una furgoneta de color negro que hacía de coche mortuorio.   
 
Entrada a la calle Mayor. Foto publicada por Pilar Herrán

(1) Un admirador de la Falcona fue el músico, cantante y compositor Danny Daniel. Había llegado a Jaca para hacer el servicio militar. Su otra pasión, que era el fútbol (había jugado en el Condal) lo llevó a formar parte del club de fútbol de Jaca. Se dice que la canción "Por el amor de una mujer" fue inspirada en el amor no correspondido de la Falcona. Todavía hoy, en alguna de las letras que cantan los soldados de Jaca en sus marchas, se alude al nombre de esta señorita.





 

29 comentarios:

  1. Lo recuerdo perfectamente. Lo has escrito y descrito muy bien. Gracias

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  2. tus recuerdos y tus anécdotas en aquellos tiempos por la calle Mayor hacen revivir y rememorar mis mejores tiempos y aflorar mis vivencias y unos recuerdos irrepetibles .. Me has hecho volver a pasear y dsifrutar de mi infancia otra vez ..otro precioso articulo Tino...

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    1. Hola Jorge me alegro que te haya gustado.Abrazos apretados.

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  3. Valentin:
    Emocionante tu reportaje, mejor narrado imposible.

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  4. Alfredo Claver Trigo31 de mayo de 2022, 7:01

    Tino, como siempre… eres un catacrack (es decir mucho más que un crack)

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    1. Gracias Alfredo.Muy agradecido por tus fotos que vienen contribuyendo en este bolg

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  5. He pasado un rato delicioso rememorando los 60. He disfrutado con tu habitual magnífico relato.
    Muchas gracias Tino!!!

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  6. VALENTÍN, como tantos otros te agradezco y comparto tus recuerdos y comentarios... También me he sentido transportado a ese eje, calle Mayor - Paseo - Rompeolas, (llamado tontódromo), en que, especialmente los fines de semana recorríamos en uno y otro sentido de forma continuada hasta llegar al aburrimiento. Y entre todos tus recuerdos y fotografías también me he encontrado a mí mismo, con tu expresa mención, vestido de Conde (como puede apreciarse nada tenía que ver la importancia y significado del personaje en relación con la que se le concedió años después y de ello me alegro). Muchas gracias por este artículo y mi felicitación por cuanto significa para tantos y tantos Jacetanos. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias Carlos. Es verdad, ese "Tontódromo" , no lo había oído, gracias, ha quedado grabado en la memoria.Que distinto e impersonal se ve hoy!!!

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  7. Carlos G. Pallarés1 de junio de 2022, 12:53

    Disculpa por mi publicación como "anónimo". No era mi deseo, lo siento. Me ratificó en lo comentado. Muchas gracias Valentín.

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  8. Valentín Mairal (Tino), me has trasladado a la época como si hubiera hecho un viaje en el tiempo. Ha sido entrañable y precioso. Muchas gracias.

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  9. Hola Rosa. Como ha cambiado todo!!. En aquel pueblo todos sabíamos de todos!!!. Me hace ilusión tu comentario. Muchas gracias. Un fuerte sbrazo.

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  10. Genial! He retrocedido mas de 60 años en la memoria. He echado de menos el Bar Jardin...Por lo demás, mi agradecimiento.

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    1. Muchas gracias. Y yo también al señor Genaro y la señora Carmen. En fín, no sé si tendremos ocasión de salir de la Calle Mayor y volver por esos lares.

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  11. Elena Casaus Garzo7 de junio de 2022, 8:03

    Todo lo que has relatado, corremi madre por sponde a los recuerdos de mi infancia. Hasta el punto, que mi comunión junto con mi hermano, la celebramos en el Restaurante Galindo. La mantequeria- carnicería Raca era la que compraba mi madre. En la librería Abad hacíamos la cola con mi padre para comprar el Heraldo y el TBO. A continuación, íbamos a La Casita y nos compraban regaliz de palo y sidral. También me acuerdo, del señor que vendía barquillos delante del ayuntamiento y nos dejaba darle vueltas al cilindro donde los guardaba; hacía un ruido especial para que se abriera la tapa. Un saludo cordial.

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    1. Hola Elena, gracias por tus aportaciones.Y sí de aquel recipiente tan coqueto del barquillero me acuerdo perfectamente, era algo similar a las ruletas de los casinos.... ❤️❤️

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  12. Me ha gustado mucho! gracias por hacernos recordar .

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  13. Hola, Tino: grandes recuerdos; no sé si luego la tienda cambió de ubicación, pero yo veía desde mi casa a la Falcona (y a los soldados que la miraban) trabajando en la la pequeña mercería Falcón, tocando a la casa del Marqués de Lacadena. Un abrazo y buenas fiestas. PLV.

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  14. Hola, Paco. Sí, estuvo Allí pero luego se mudó a la calle Mayor, y yo, allí la recuerdo.Abrazos

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  15. Hola Valentín, me he topado con tu blog buscando historias sobre Santa Orosia y sus festejos y me he topado con oro, un monton de informacion que recoges con cariño sobre tan bella localidad. Soy de Santander y llevo unos años viajando a Jaca y no me canso de ella. Un saludo.

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  16. Precioso VLentin.me lo han pasado y hay tantos recuerdos casi ñar llorar.Un abeazo

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