MIS COSAS DE JACA

Estas páginas van destinadas a todas aquellas personas que quieren a su ciudad, como me sucede a mí con la mía, Jaca. Hablaré, pues, de “mis cosas” esperando que alguna de ellas pueda ser también la tuya o, sencillamente, compartas mi afición por “colarme” entre el pequeño hueco que separa la memoria de la historia, lo general de lo particular o lo material de lo inmaterial. Estas “cosas de Jaca” están construidas a base de anécdotas , fotos de ayer y hoy, recuerdos y vivencias mías y de mis paisanos y de alguna que otra curiosidad, que me atrevo a reflexionar en voz alta. No es mi propósito, pues, ocuparme de los grandes temas de los que ya han tratado ilustres autores, es más bien lo contrario: quiero hacer referencia a rincones ocultos, héroes anónimos, huellas olvidadas, sendas por las que ya no se pasa, lugares que fueron un día centro de atención y hoy han sido relegados a la indiferencia, al olvido o al abandono; a unos escenarios donde se sigue representando la misma obra pero con otros actores.

domingo, 9 de agosto de 2020

LA TORRE DEL RELOJ / CÁRCEL DE JACA, NOTAS.















Plaza M. Lacadena y Torre años 60
 

1968. Desmontando el chapitel
El paso de los años acaba siendo un juez severísimo. Hubo mentes que quisieron limpiar de impurezas la famosa Torre del Reloj, también conocida como Torre de la Cárcel. ¿Acaso sabemos en realidad cómo fue esa torre en origen? Puestos a reconstruir, ¿por qué no le añadieron matacanes, almenas o cadalso que bien pudo tener en origen? Nada sabemos sobre el tipo de cubierta que tuvo durante los primeros 150 años de su existencia, antes de colocar el chapitel que soportaría las campanas del reloj que marcaban el paso a la ciudad y otros avisos, como la alarmante señal de fuego dada por la campana mayor. ¿Qué sería de nuestra catedral románica si, en aras al purismo, la hubiéramos despojado de las capillas renacentistas y barrocas? 
La Torre, situada en el corazón de la ciudad y equidistante a cualquier punto de la misma, fue uno de esos emblemas jaqueses que, a modo de "faro", se hacía visible al acercarse a Jaca por cualquiera de los cuatro puntos cardinales. De la misma manera que, a modo de privilegiada atalaya, servía para predecir eventos inesperados o deseados, como ocurrió cuando "el vigía, colocado en lo alto de la torre del Reloj, anunció por medio de la campana del mismo que el automóvil de S. A. la infanta Isabel estaba á la vista en lo alto de Larbesa" (La Unión, 23-VI-1908); pues en su viaje a Tiermas y Pamplona, pasó unas horas en la ciudad. Su condición de "faro" duró alrededor de 500 años, hasta que las modernas urbanizaciones le usurparon el galardón de ser la edificación más alta de la ciudad.  
Campanario de Escolapios
 De esta Torre, ya estudiada por otros autores, me llamó la atención el chapitel, fundamentalmente porque ya no está y porque a "ese caperuchón”, que creía llevaba allí toda la vida, le cogí, como creo que muchos jacetanos verdadero cariño, pues no en vano me acompañó desde que nací hasta 1968.

 ¡Qué no daría yo porque se volvieran a escuchar las horas con aquellas campanas que llevaban tañendo tantos años¡ ¡Ahora mismo sacaría las campanas del patio del Ayuntamiento y las volvería a colocar en lo alto de la Torre¡ Pues para nada se me haría costoso olvidar el actual sonido robótico que emite el fonógrafo que ha relegado a las campanas de su ancestral función para transformarlas en piezas de museo. 

Esa década, la de los sesenta, la de los Beatles y la del Mayo del 68, tan atrayente y feliz para mi generación, no lo fue tanto para las viejos campanarios de nuestra ciudad, pues de los siete que sobresalían y se divisaban en lontananza (el de la Iglesia del Carmen, el de la Catedral, el de Santo Domingo o Santiago, el del Reloj, el de los Escolapios, el del Hospital y el de las Benedictinas), dos de ellos, el del antiguo Hospital de Jaca y el de la Torre del Reloj, enmudecieron para siempre al dar su último latido en 1968. Con posterioridad, en 1984, ocurrió lo mismo con el de la iglesia barroca de la Purísima Concepción de los padres Escolapios.
Reconozco que me pasó desapercibida la torre del antiguo Hospital del Santo Espíritu y San Juan fundado el 20 de octubre de 1540 que unía en uno solo los antiguos hospitales de Santi Spiritus y San Juan Bautista; una grieta en su campanario fue suficiente para que el Consistorio viera más factible “esmocharla” que repararla. 
Con esta actuación desapareció para siempre un campanario que posiblemente fuera anterior a la propia capilla renacentista del hospital, pues reutilizarlo suponía ahorrarse la construcción de uno nuevo. Ayuda a esta hipótesis el hecho de que está situado en el exterior, adosado al lado occidental de la capilla. 
 
Campanario de la capilla del Antiguo Hospital. Izda. 1907 / dcha. 2020



Por el contrario, recuerdo con exactitud cuándo las grúas, excavadoras y camiones redujeron a escombros la torre campanario de los Escolapios, y también los días en que se desmanteló el chapitel de la Torre de la Cárcel.

El de la Cárcel era sin duda el más alto y bello, el que mejor y con más fuerza sonaba y el que, con su reloj,  marcaba el paso a la ciudad. Un sonido que pasaba para mí desapercibido hasta que nos anunciaba la hora del recreo y la hora de la salida de las Escuelas Nacionales, entonces situadas justo al lado, en la calle del Reloj.

Sí, he dicho bien, la calle del Reloj y también la calle de la Cárcel, pues de las dos maneras la llamábamos todavía en mi juventud. Calle que, fiel al peso de la tradición, se resistía al olvido de estos nombres, a pesar de que desde 1922 el Ayuntamiento de Jaca tuvo a bien dedicársela a D. Santiago Ramón y Cajal. Una calle por la que recuerdo ver pasar, hacia la puerta de la torre, al último encargado del mantenimiento del reloj; se trataba del señor Anastasio, hombre de talla muy corta, pelo negro y rizado con amplias entradas, chaqueta y pantalón gris que, manivela en mano, salía de la relojería Baras a diario para, peldaño a peldaño, ascender a lo alto del la Torre y dar cuerda al reloj. 

Torre del reloj con el  "antiguo" chapitel, anterior a 1903. Visto desde el Sur.


Me sorprendió, y me hizo prestar atención a este asunto de las torres, observar, en una pintura al óleo, la parte septentrional de la ciudad amurallada. Allí, como un  gigantesco centinela, destacaba sobremanera la Torre del Reloj, su altura y la forma de su chapitel.

Óleo de 1898 de la zona septentrional de Jaca amurallada, con su espectacular torre.  
 
Al observar detenidamente ese óleo, de 1898, por un momento pensé que el pintor había descuidado las proporciones y había representado la torre más alta de lo que en realidad era.

Pasado el tiempo, cayeron en mis manos unas viejas fotografías y, tras examinarlas, comprendí que ese pintor anónimo no era tan mediocre como creía y que efectivamente, el chapitel, además de tener dos cuerpos bien delimitados (“templetes”) estaba correctamente representado; así que ese tamaño, que a mí me parecía desproporcionado, no era tal, puesto que lo que en realidad veía era un chapitel que ni los jacetanos que nacieron inaugurando el siglo XX ni yo conocimos.

 La torre con el viejo campanil de madera de 1601.  Obsérvese el  saliente alerón volado de madera (rafe) típico de los edificios suntuosos y palacios del Renacimiento Aragonés que, a parte de su función decorativa, protegía  las paredes de la lluvia y humedades así como la inclinación del campanil. (Ilustración del Diccionario de Pascual Madoz, editado en 1845) 
 
 
Se trataba del campanil con cubierta a varias aguas, canetes artísticos y rafe con visera muy prolongada al exterior, que realizaron Urbano de San Vicente y Pedro Gil con el objeto de cobijar la campana de las horas, la de las medias horas y la de los cuartos, en 1601. La misma Torre que vio y describió J. M. Quadrado en 1844: “Torre cuadrangular del reloj coronada por un templete de hoja de lata que inflamado por los rayos del sol resplandece como un faro”(J. M. Quadrado, ARAGÓN, pág. 75) y que cita Madoz en su Diccionario de 1845 como:"Una cárcel, también de piedra sillería, en una torre en cuyo alto está el reloj cubierto de un chapitel de pizarra y sostenido por columnas de madera”.
  
No tengo duda en saber a quién le hubiera encantado observar esa vieja pintura y laa fotografía: a Juan Francisco Aznárez quien, en sus Estudios de historia Jacetana de 1960, al comentar la Torre del Reloj, afirma certeramente:
 "...También desapareció el antiguo chapitel, del que TAL VEZ se conserven fotografías". 

Es extraño, casi diría milagroso, que aquel viejo chapitel de madera y pizarra que cobijaba las campanas hubiera aguantado la friolera de unos 300 años, y es normal que, ante la menguante verticalidad, quebranto y estado de ruina en que se encontraba a finales del siglo XIX, los viandantes elevaran quejas al Consistorio ante el peligro que corrían al pasar por debajo de él. Por este motivo en 1896, aprovechando que se encontraba en Jaca el arquitecto diocesano Mariano Blasco se le pidió que hiciera un reconocimiento del mismo, para, poco después, tras el correspondiente informe, encargarle el proyecto del nuevo chapitel, cuyo diseño se presentó al Ayuntamiento al año siguiente.
 
Colocación del andamiaje para el nuevo chapitel, 1903

La arriesgada operación de desmontar los templetes del viejo chapitel se inició en 1900. Y el nuevo, el de hierro, con el que yo conviví, se terminó de instalar, por el contratista y convecino señor Monen, el 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar, de 1903; durante esos tres años las campanas del reloj de la Cárcel dejaron de sonar.

Mientras tanto se hicieron peticiones para que, una vez quitado el desproporcionado alerón que había en la fachada del Ayuntamiento, se colocara el reloj de la ciudad en una torrecilla, bien en el centro o bien en una esquina del edificio Consistorial de la calle Mayor.



Sin embargo, afortunadamente, el nuevo chapitel, junto con las campanas y reloj se instalaron de nuevo en la Torre. No sin apuros y tras preparar el andamiaje, se colocaron los cuerpos del elegante chapitel de 18 m de altura que, por piezas, había llegado en ferrocarril desde Zaragoza. Se trataba de un chapitel negótico "ad hoc" con los estilos historicistas del momento, ahora realizado en un material más adecuado para aguantar las inclemencias del clima de Jaca, el hierro. 
 
Proyecto Campanil M. A. Blasco, 1896. AMJ

Este nuevo chapitel, de planta octogonal, estaba protegido por una barandilla decorada con un entramado de evocación vegetal. Ocho columnillas ascendían desde los ángulos para soportar la estructura, y en el centro, como elemento más significativo y decorando cada uno de los segmentos, se encontraban sendos arcos lobulados que, en perfecta armonía, asociaban el presente de la arquitectura del hierro con la piedra de los  ventanales góticos del pasado. El chapitel culminaba con un pronunciado pináculo fragmentado en dos cuerpos para cobijar cada una de las campanas y un para rrayos. 

 A pesar de las propuestas que nos hacen Juan Francisco Aznárez y Domingo Buesa Conde, no sabemos con certeza ni el motivo de la construcción de la torre ni quién fue su primer propietario. 

Probablemente esta torre tuvo una doble función, defensiva y residencial: una mezcla de necesidad y de exhibición de poder muy propia del contexto turbulento que imperaba en la época bajomedieval, y en consonancia con otras torres cercanas como las de Larbesa, Canfranc, Aruej, Arrés, Biniés, Santa Cruciella o la "Torre del Moro" que desde el Boalar vigilaba desde un risco la entrada en el valle de Atarés...

 De su habitabilidad algo nos dice su estructura que, con más o menos variantes, era la usual en la zona: planta rectangular, cripta con bóveda de cañón (bodega) y, sobre ella, cinco plantas más. Una primera y segunda donde se pudieron establecer la cocina, los  criados y las gentes de armas; una tercera y cuarta con bellos ventanales góticos, geminados y lobulados, que servirían de salón y dormitorios a los ricos propietarios; y un ático, de menor altura, que pudo ser utilizado como desván, luego palomar.


1910. Fotografí de Jesús Bretos










Y es que, aunque  Jaca estaba protegida con murallas, la Torre del Reloj, exponente máximo de las torres patricias de la ciudad, serviría como último reducto en caso de que la ciudad fuera asediada por el enemigo. Hecho nada extraño si tenemos en cuenta que en Jaca existieron otras torres que, aunque menores, surgieron con la misma finalidad: la Casa-Torre torre gótica del palacio de los Abarcas o condes de Larrosa, la torre gótica que coronaba la Casa-Palacio de los Ximénez de Aragüés y las dos torres bajas, del siglo XVI del palacio del conde de Bervedel. 














Aspecto de la desaparecida Casa- Torre de los Abarca (1) en la Calle de las Damas hoy Calle Echegaray dibujada por Valentín Carderera  durante su visita a Jaca en 1855 de la que anota: "Jaca, del conde De la Rosa. El interior que corresponde a los pisos es notable por los canecillos sobre los que apoyaban el techo volado en las ventanas"  y de la que José Mª Lanzarote Guiral comenta: "se trata de una casa-torre de tres pisos, construida en sillería, con dos vanos de tradición gótica, uno en cada piso y otras dos ventanas conopiales en los pisos primero e inferior, al que se asoma una mujer.   Quizá, la ausencia de puerta en la fachada que daba a la calle de las Damas, se deba a que por motivos de seguridad se abría por el patio lateral. La casa comprendía un complejo de edificios y de espacios al aire libre: cuadras, almacenes, huerto, patio de entrada y bodega con toneles donde se fabricaba vino.  

Nos ayuda a sostener la idea de la  función defensiva de la Torre de la Cárcel observar los restos de algún vano aspillerado, otros reformados para colocar los barrotes carcelarios y la existencia, en la cara norte de la torre, de una "puerta-balcón", situada en el segunda planta que, aunque reformada recientemente, puede ser muy parecida a la original. Un elemento arquitectónico común a otras torres defensivas que en ese momento existían en el Alto Aragón y que obligaba a acceder al interior mediante una escalera de madera.
 Pedro Villacampa, nacido a finales del siglo XV, en 1492, y fallecido en 1563, en El Noticiero de 1350-1563 (una especie de libro de memorias) nos cuenta:"Acerca el anio 1400 se fizo la torre de Larbesa por guerras(...)y en el mesmo tiempo fizo la torre de Jaca don Jorge Lasieso arcediano y costó 24 mil sueldos de facer..."                             Juan Francisco Aznárez al hablar de la Torre del Reloj en Estudios de historia jacetana nos dice que la torre es "obra de mediados del siglo XV, que se levantó con la ayuda de varios próceres jacetanos , y que Arnalt de Lasala deja en 1445 cien sueldos jaqueses "para la obra de la Torre que de presente se faze en la Ciutat". 
Por otra parte, Domingo Buesa Conde, autor en 1987 de  La torre del Reloj de Jaca, en la página 24, nos dice "que su función bien pudo ser determinada por el reciente incendio en las dependencias catedralicias. Quemada la cárcel eclesiástica de Jaca, el canónigo y arcediano Lasieso la levanta para este fin y apoya económicamente la obra el poderoso miembro de la familia Lasala".
               
Desde el mirador privilegiado de la base del Chapitel de la  Torre. Foto de Daniel Dufol Álvarez, hacia 1940



                           ¿PALACIO REAL? 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

Tradicionalmente se vinculó la existencia de la Torre como parte del palacio real de Sancho Ramírez. Teoría que, a pesar de ser reiterada por numerosos autores en sus publicaciones, nunca ha podido probarse; equívoco que de forma inconsciente se ve favorecido por la colocación en la base de la Torre de la estatua de Ramiro I. 

Ramiro I. Obra de Ramón Casadevall, 1972


Sin embrago, sigue teniendo plena vigencia lo dicho en la década de los años 50 por José Mª Lacarra, cuando afirma que el palacio de Ramiro I (1035-1064), padre de Sancho Ramírez, se encontraba construido en otro lugar, en el solar que hoy ocupa el monasterio de las Benedictinas. También Domingo Buesa observó en 1987 contradicciones en la cronología que evidenciaban que la torre de la cárcel no podía ser el palacio real. Asunto este que creo ha quedado zanjado por Alberto Gómez García en el estudio de El Castrum y el palacio real de Jaca (2017) donde, tras hacer un exhaustivo análisis del palacio real y refutar tesis anteriores, prueba que "en Jaca solo hubo un verdadero palacio real, situado en el solar de la Benitas". 

                       


                                            ¿TORRE DEL MERINO?


La Torre también aparece nombrada como "Torre del Merino", algo en parte real, pero que se ha prestado a excesos interpretativos; es cierto que la Torre fue propiedad de los Ximénez Aragüés, Merinos de Jaca y sus Montañas, pero también lo es que solo fue durante 83 años, de 1516 a 1599. Una familia de juristas que ocuparon altos cargos en la ciudad, que desempeñaron casi de forma hereditaria el cargo de Merino durante siglo y medio (1445- 1584), y que, además, tuvieron otras propiedades en Jaca, entre las que se encontraba la Casa-Palacio ubicada en la Calle Mayor, en la que hasta 1914 se pudo contemplar su  espléndida chimenea gótica.

 


                                                     EL RELOJ
                                     

   La compra de la Torre por el Concejo, en 1599, al entonces Merino de la ciudad Pedro Ximénez Aragüés, en un principio para poner en su interior una cárcel más segura, obedecía a un transfondo de mayor calado, pues la razón última de dicha compra fue la instalación de un reloj, que significaría un traspaso de poderes en toda regla. En efecto, la posesión y regulación del tiempo en la ciudad se debe enmarcar en una sociedad donde la Iglesia Católica constituía una estructura capaz de competir con la civil y de ordenarla según sus propios criterios. De allí que, en ese "campo de batalla" entre el poder civil y el religioso, la posesión de un reloj instalado fuera de la Seo se viera como un verdadero símbolo de independencia del poder civil, y también de lo contrario, como la pérdida del mismo por parte de la iglesia.

Maquinaria del  último reloj de la Torre (1932). Foto de A. Ruiz y P. M. Sarrió


El equilibrio tradicional de poderes pareció romperse cuando se decidió traspasar el reloj de la Seo a la Torre. Se trataba de un nuevo reloj encargado a Pedro Rolín de Barbastro que había sido costeado por el Concejo. El reloj había sido colocado en la Catedral en 1596, y cinco años más tarde, tras fundir nuevas campanas, una para los cuartos y otra para las horas, de unos 308 y 1489 kilos respectivamente, se reubicaron en la Torre ahora propiedad de la ciudad. Un traslado que se realizó a pesar de la fuerte oposición del Cabildo.

Campanas del reloj en el Ayuntamiento
Aquel reloj, ya "viejo" y falto de precisión siguió funcionando hasta el siglo XX. No se renovó como se había hecho con el chapitel. Tampoco  faltaron quejas por su deficiente funcionamiento e incluso hubo quien, aprovechando que la piqueta iba a derribar el antiguo chapitel, pidiera su desaparición " aunque sospechamos que esto último preocupará muy poco al vecindario, que habituado á sus intermitencias é informalidades, no escucha las campanas, temeroso de equivocarse en la hora": (La Montaña, 20-VI-1896) .Y no era solo el asunto de tener trasnochado el reloj lo que preocupaba a los jacetanos sino el de no saber a qué reloj atenerse, pues, a pesar de que "el único reloj oficial era el de la torre de la Cárcel" , también sonaba el de la catedral, planteando dudas como la que expuso "M.B". en el periódico local La Montaña el 12 de septiembre de 1896: " Ruégole tenga á bien enterarse de quien corresponda, qué reloj rige en esta población para los actos oficiales, si el de la torre de la cárcel ó el de la catedral, pues sabido es que por regular difieren uno del otro en tocar sus horas sobre quince minutos poco más ó menos".

  Un desconcierto entre los relojes de las torres del que en 1910  se decía que siempre van como vulgarmente se dice,"con la esquina de los caracoles".  Efectivamente, no le faltaba razón al vecino que decía no preocuparle la inexactitud con la que se medía el tiempo ni al que no sabía a qué hora atenerse . Por otra parte, a los jaqueses les sobraban motivos para estar habituados, porque el asunto venía de muy lejos, y ninguno de los relojes funcionaba correctamente. De cualquier forma, el problema era más aparente que real, pues a principios del siglo XX, con la llegada del ferrocarril, Jaca había adquirido hechura de pequeña capital. Contaba con un floreciente comercio y con relojerías donde se podían comprar los últimos modelos de relojes de bolsillo, pulsera, mesa ... además de los consabidos relojes franceses de contrabando, frecuentes en algunas casas. Pero, a pesar de ello, no se renunciaba al valor político y simbólico que tenía el mantener la hora oficial en un reloj público. De allí que, en abril de 1910, el Ayuntamiento adquiriera al más afamado relojero, Clemente Baras, un "hermoso cronómetro" que, colocado en la puerta de su establecimiento, sería de "gran ornato" en la calle Mayor  "á fin de regular la hora oficial y evitar así el desconcierto que existe entre los relojes de las torres[...]  gracias a ello los jaqueses sabemos desde el domingo en qué hora vivimos. Para lo cual nuestro Ayuntamiento tiene acordado conceder á dicho industrial una gratificación anual de 75 pesetas, con cuya cantidad tiene aquel que subvenir al sostenimiento del aparato, y el pago de dos potentes focos eléctricos á fin de iluminar las esferas". (La Unión, 21de abril de 1910)

  El moderno reloj del Ayuntamiento colocado justo en frente de su fachada, en la calle Mayor,  marcaba la hora oficial desde la puerta de la relojería Clemente Baras. Fotografía de Jesús Bretos , 1912

 No obstante, las quejas y mofas a los relojes de las torres continuaron: "Más parece un chirimbolo para desacreditar a nuestro ayuntamiento"; "Que lo arregle un relojero de veras que lo hiciera entrar en cuerda"; "Vale más tener uno bueno de Canseco, que dos malos"; "Saber a qué hora se vive es más difícil que atrapar el gordo de la lotería"; "No saber cuál era la última campanada de la última noche del año1931"... fueron algunos de los "elogios" que les dedicaban a los relojes de las torres que, además, ahora podían comparar su "exactitud" a través de las señales horarias en la radio.

A pesar de ello el viejo reloj de la cárcel siguió funcionando hasta bien entrado el siglo XX, cuando, durante la II República, actuando como presidente de la alcaldía Julio Turrau, fue reemplazado por otro más moderno y último, en 1932.

                                              UNA ANÉCDOTA 


      "Dónde vas que tanto corres 
       A ver al escalatorres"

                                           (Periódico la Unión, 28 de junio de 1923)  

                                           

                                      

1923. La troupe del "Escalatorres" coronando el chapitel de la torre de la Cárcel de Jaca.   Foto, Chema Martínez, expuesta por Lurdes Cavero en  Faceboock en 2014



Las fiestas de Jaca de 1923 guardaban una sorpresa a nuestra Torre. Fue un 28 de junio. En el programa de fiestas de aquel año entre los habituales eventos programados: gigantes y cabezudos, cabalgatas, rondallas, desfile de autos con lindas señoritas, adoración a Santa Orosia, partido de balompié en el nuevo campo de la Corona de los Cuervos, gran feria de ganados, carreras de cintas, carreras de bicicletas y a pie, y bailes... hubo uno que, por nunca visto y emocionante, esperaban con expectación los jacetanos.
Se trataba de la actuación del granadino José de Puertollano junto con su troupe familiar.


Hacia la Torre

Puertollano, verdadero mito de la España de principios del siglo XX, fue conocido como el "Escalatorres", como el "Rey de las Alturas", y  también bautizado por la prensa como el "Hombre Araña", 40 años antes de que, en 1962, Stan Lee y Steve Ditko crearan a Spider-Man.  

Su bien ganada fama la había adquirido trepando y haciendo equilibrios. Primero recorriendo las torres y chimeneas más altas de Galicia (en 1909 escaló la catedral de Santiago de Compostela en presencia de Alfonso XIII), y luego recorriendo el resto de España y Portugal.
Precisamente, el año anterior a hacer su exhibición en Jaca, escaló las torres de la Basílica del Pilar, protagonizando uno de los acontecimientos estelares de las Fiestas de la Pilarica de Zaragoza. 

Saludando
Ese Escalatorres, capaz de dormir a pierna suelta, tomar café, quitarse la chaqueta y saludar con el sombrero desde la punta de un campanario, de una cruz o de un pararrayos, dejó  boquiabiertos a los jacetanos que en gran número acudieron, primero a la Torre del Reloj, y luego al campanario de la Catedral. Acontecimiento que el periódico local, La Unión recogió en estos términos:  



"Bien, amigo Puertollano. ¡Qué ligereza de remos! ¡ qué indiferencia al vacío! y todos como unos memos, cuando tales cosas vemos, exclamamos ¡vaya tío! Trepa, que trepa, que trepa; sube, que sube, que sube, sin haber nadie que sepa, cómo llega hasta la meta, que es, la meta de una nube: y despreciando la vida, siendo duro de testuz, cual torero en gran corrida, con una media caída, se acuesta en la misma cruz. Le dieron mil ovaciones, jaqueses y forasteros; se necesitan riñones para con las ascensiones, poder ganar el dinero".          


El "Escalatorres" sobre el campanario de la Catedral de Jaca,1923



                                          
         LA CÁRCEL  ("Posada del Rey Ramiro")
                            
                           
                        LOS TRISTES DÍAS EN QUE LA TORRE 
                                                FUE MÁS CÁRCEL QUE RELOJ  
                                         


   

   Ciertamente la ciudad necesitaba un lugar más apropiado para custodiar a los presos de la cárcel principal, situada en el siglo XV en un torreón de la puerta de San Pedro. Fue  por fría e insegura, y porque los cautivos por actos civiles estaban mezclados con lo criminales, la causa por la que la antigua cárcel se trasladó a los nuevos locales donde se iba a ubicar en propiedad la primera "Casa de la Ciudad" (Ayuntamiento). Dos caserones "comprados a Martín Abarca en 1486, sitos en la calle Mayor, en el cantón de Capiscol con sendos accesos: por la calle Mayor, y por la del Reloj" (Aznárez, pág. 13)  De allí, pasó en 1602 a la Torre, edificio que desde entonces también será conocido como la Torre de la Cárcel.

Con posterioridad, se fueron acomodando los espacios  comprando casas anexas para ampliar las dependencias y necesidades de la cárcel de Partido judicial. Así trascurrieron los años con una solvente y amplia prisión que cumplía las necesidades de la ciudad y de la comarca (hay que tener en cuenta que los abundantes acuartelamientos militares tenían sus propios calabozos), donde los presos solo veían alterar su rutina en momentos puntuales que solían coincidir con revueltas, cambios de gobierno o acontecimientos bélicos como los de Guerra de la Independencia. 
En 1902, como hemos explicado, no sonaban las campanas del reloj, pero sí fue sonada la fuga de dos presos, a los que sirvió de aliado el reloj de la Torre, pues el sábado 13 de diciembre "a las ocho de la noche, llamó la atención de algunas personas una cuerda que colgada de los muros de la cárcel. Avisado el alcaide del establecimiento observó que se habían fugado un preso de Hecho, acusado de tentativa de violación y otro de Atarés, acusado de incendiario. Los fugitivos habían abierto un gran boquete en una pared interior que comunicaba con la escalera de la torre que conduce al reloj, del cual tomaron una de las maromas de los pesos del reloj que tendieron por la ventana" (La Montaña, 20-XII-1902).

Sin embargo, nada fue comparable a los hechos que tuvieron lugar tras la Sublevación en Jaca del 12 y 13 de diciembre de 1930 y durante los años que siguieron al Alzamiento del 18 de julio de 1936. 
Aquella cárcel para cuyo mantenimiento contribuyeron los comarcanos, prevista para maleantes, asesinos y malhechores, se iba a transformar en penal para algunos jacetanos del siglo XX. Personas a las que tan solo se les podía acusar de haber cometido el "delito" de ser republicanos o haber manifestado alguna simpatía por los ideales de la izquierda política.

 
En el centro, con boina y corbata, saliendo de la cárcel 
 con 50 paisanos, Pío Díaz, alcalde durante la
Insurrección Republicana del 12-13 diciembre de 1931
         (Foto cedida por Esteban C. Gómez)


Como negro presagio de acontecimientos posteriores, el 15 de diciembre ya estaban encarcelados una treintena de jacetanos, junto a su fugaz alcalde republicano Pio Díaz, y Casares Quiroga. Número que con rapidez alcanzó la cifra de 139 al terminar el mes; para, cuatro meses después, tras el triunfo de las candidaturas republicanas, ser liberados el 14 de abril de 1931.

Iniciado el Levantamiento y la Guerra Civil, la cárcel, ahora  trasformada en antesala de la muerte, se quedó pequeña. Detenciones arbitrarias, ajustes de cuentas y acusaciones infundadas llenaron la "Prisión de Partido y la torre de la cárcel o "Posada del Rey Ramiro" como la llamaban con sorna los detenidos en ella". Y de allí, sin acusación alguna, sin previo juicio o consejo de guerra, fueron conducidos en camiones hacia  pelotones de fusilamiento formados en las afueras de la ciudad donde "en los primeros ocho meses, 271 personas, entre el fuerte de Rapitán y el de las Batiellas, encontraron su particular Mauthausen"  (El eco de las descargas, Esteban C. Gómez ).
Testigo inesperado de excepción de aquellos acontecimientos fue Joaquín Maurín, secretario General de la CNT, del POUM y diputado en Cortes por Barcelona, quien intentando pasar a Francia con el nombre falso de Joaquín Julio Ferrer narró su estancia en la ciudad, su detención y los días que pasó en la cárcel de Jaca.

                  ( Extracto de Cómo se salvó Joaquín Maurín, 
                             apartado VI. "EN LA PRISIÓN DE JACA")

"El edificio está pegado a una torre, en la que se encuentra el reloj que oficialmente marca el tiempo a la ciudad. Para subir a la torre a dar cuerda al reloj hay que entrar en la prisión. En tiempos de paz, la prisión de Jaca albergaba, cuando más, a media docena de presos comunes... En el mismo piso estaba la capilla. En el primer piso había tres habitaciones, dos de las cuales y una cocina formaban la residencia del jefe de la prisión. La tercera, era la oficina. La normalidad de la prisión se alteró totalmente a partir del 18 o 20 de julio. Donde antes había media docena de presos, ahora se amontonaban doscientos, quizá trescientos. Primeramente, se utilizaron las habitaciones del jefe en el primer piso, y la capilla, en el segundo. Pero ese espacio no era suficiente. Hubo que habilitar los rellanos de la torre del reloj y el palomar, situado en lo más alto de la torre. Las palomas se desbandaron... Había gente de todas las edades: jóvenes y viejos, aunque predominando los hombres de edad madura. Daban la impresión de pertenecer a la clase media.

 Joaquín Maurín
La capilla, en cierto modo, era el departamento de los presos «distinguidos»...

Aunque sólo era media tarde, la atmósfera era densa, opaca: las personas parecían sombras... La prisión albergaba a unas trescientas personas... En el departamento de mujeres, un cuchitril alargado, con dos pequeños ventanillos, había unas treinta presas... La mayor parte eran campesinos y obreros. Luego venía la clase media: comerciantes, secretarios de ayuntamiento, maestros, médicos, empleados. Todos, fabricados de la mejor madera de que se puede hacer al hombre... Políticamente, los presos de Jaca eran republicanos, socialistas y cenetistas. Todos eran de Jaca o de los pueblos vecinos y estaban identificados. El único forastero era yo, Joaquín Julio Ferrer... El funcionario del Ayuntamiento que subía todos los días a la torre a dar cuerda al reloj municipal resumía a los presos, localizados en los rellanos de la torre, la marcha de los acontecimientos. Los presos que ingresaban eran otra fuente de información... A fines de septiembre o comienzos de octubre, recomenzaron los fusilamientos. Generalmente, la operación tenía lugar dos veces por semana, a razón de un promedio de diez o doce por tanda.
Poco antes del amanecer, se oía el roncar de un motor delante de la prisión. Todo el mundo estaba despierto, aguzando el oído. No se movía nadie. Poco después resonaban pasos fuertes en los peldaños de la escalera que conducía al primer piso. Transcurrían unos minutos de profundo silencio. Luego, el oficial de guardia abría la puerta de la capilla o la cancela de la nave principal o se asomaba a la escalerilla de la torre y voceaba los nombres de los elegidos: -¡Fulano de Tal! ¡Fulano de Cual!… En menos de diez minutos, los escogidos estaban listos para partir. No presencié nunca un caso de flaqueza o debilidad. Mozos y viejos se comportaban como héroes. Y lo eran.

De vez en cuando había una exclamación patética: -¡Hasta la eternidad, compañeros!

-¡Mis hijos! ¡Mis pobres hijos!

Los elegidos bajaban al primer piso. Allí eran identificados. La Guardia Civil los esposaba y los conducía al autobús que aguardaba delante de la prisión... Parecía el coro de una tragedia griega. ¿Cómo habían llegado a saber tan pronto quiénes eran las víctimas? No lo sé. 

A pesar de las salidas matinales, como había nuevos ingresos, casi todos campesinos de los pueblos del distrito, en la prisión no se cabía: reventaba.

... Las autoridades acordaron descongestionarla, y parte de los detenidos fueron trasladados al fuerte de Rapitán, en las proximidades de la ciudad.
En los meses que siguieron fueron puestos en libertad muchos presos. La prisión iba vaciándose. Las palomas, fugitivas durante cerca de un año, regresaron progresivamente al palomar de la torre".


 
Torre en la Actualidad, 2020

Según investigaciones de Esteban C. Gómez, los fusilamientos continuaron hasta 1942, de ellos, 386 eran de Jaca y vecinos de los municipios próximos que fueron traídos y fusilados; y hasta un nº de 402, de otros lugares pertenecientes al partido judicial de Jaca, pero fusilados en otros lugares.




Placa sobre la fachada norte de la Torrre 
La prisión de Partido cesó como tal en 1955. En la Torre, utilizada como calabozo, se dejaban ver tras las barrotes de las ventanas, algunos presos comunes hasta los primeros años de la década de los sesenta. Hasta que, en 1968, se aisló la torre y se sustituyó el chapitel por un tejado a dos aguas. El aspecto externo e interno de la Torre no ha variado desde 1986, año en el que se remodelaron sus interiores para establecer la Sede de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos, organismo dependiente del Consejo de Europa.



 Aspecto que tendría la torre si se hubiera tenido en cuenta el trabajo de
 Jesús Dumall y Manuel Campo


 Se aisló la torre, se le dio un empaque más acorde con la original, pero, como he dicho al inicio, nada sabemos sobre el tipo de cubierta que tuvo durante los primeros 150 años. De allí que, en mi modesta opinión, en su restauración se perdiera una ocasión de oro para resucitar su aspecto medieval.  De ello dieron cuenta tanto Jesús Dumall como Manuel Campo al exponer amargura en la revista Jacetania de diciembre de 1970: 
 

"Cuando se estaba coronando la Torre con ese feísimo tejado que ahora lleva, presenté un trabajo realizado por Jesús Dumall, sobre una fotografía del firmante para mostrar COMO PUDO QUEDAR LA TORRE DEL RELOJ, si al reformar la misma, se hubiera ajustado a lo que en un principio se habló, y en cierto modo, se prometió: DOTARLA DE ALMENAS..."
(Manuel Campo Pérez)  

 

 

   Cincuenta y dos años después, Desde ARCA, Castillos de Aragón,  José Manuel Clua hizo en 1922 esta propuesta de reforma de la Torre:

"Hace poco tiempo os figuraba en lo que desde ARCA estábamos trabajando, era la realización de un recortable de la Torre de la Cárcel de Jaca.
El caso es, que desde Jaca se sugirió recuperar ese posible (aunque no lo sabremos nunca) aspecto primigenio de la torre. Esa puerta en altura y su acceso, así como un posible cadalso que quizás tuviera (no lo sabremos) al igual que otras torres de ese tipo que si lo tienen. Posiblemente sus cuantiosas transformaciones hayan borrado los vestigios de saber si lo tuvo o no.
Pero aquí os dejo los recortables montados que esperamos poder presentarlos en septiembre. Uno la versión actual y otro con la recreación primigenia".

 


 

(1) El testamento de don Rodrigo Abarca (1454) reconoce que tiene la ciudad de Jaca una torre en la calle Trapería  ( plaza de la Catedral, según Jean Passini) con sus casas, patios y huertos y "bodega al suelo de la Torre con multa vaxiellaya vinaria". En 1578 se localiza entre las calles de la Trapería y  Obispo. Se sitúa en 1650 entre la calle las Damas y  Obispo. Y finalmente,  en el censo de 1718 la Casa-Torre donde habitaba el conde de la Rosa , don Juan Abarca,  la sitúa en la calle de las Damas, hoy Echegaray.

 Según Domingo Buesa  comparando el nomenclator urbano dieciochesco de Jaca con el actual, puede identificarse la calle Trapería, luego llamada de las Damas, con la actual de Echegaray ( Gómez de Valenzuela, página 115).

                            
CRONOLOGÍA SOBRE LA TORRE 

                                      (Datos extraídos de La Torre del Reloj. Domingo J. Buesa, 1987)


1445. Se está edificando la torre.

1516. Los Lóriz la venden a Miguel Ximénez .

1599. La torre es comprada por el Ayuntamiento. Se
         traslada el reloj desde la catedral. Se funden las 
         campanas.

1600. Pleito sobre la cárcel con el bayle. Primera inspección de la torre. En el Concejo la prepara para cárcel real.
 
1601. Se hace el chapitel. Se colocan las campanas.
 
1602. Se concede licencia para convertirla en cárcel.

1675. Obras en la techumbre de la torre.
 
1809. Obras en las cárceles reales.
 
1852. Se gira inspección a la torre.
 
1853. Se subastan las obras de la torre.
 
1857. Se ejecutan las obras en las cárceles.
 
1884. Obras en cinco ventanas de la torre. 

1896. Expediente de la reparación de la cúpula.

1897. Proyecto de derribo de la cupulilla.

1900. Se inician las obras de derribo. 

1902. Proyecto del arquitecto Blasco. Se quita el reloj de la
         torre.
1903. Obras en el remate de la torre.
 
1925. Petición de presupuesto para un nuevo reloj.
 
1932. Se pone el nuevo reloj.

1949. Se pinta la torre metálica.

1955. Se suprime la cárcel de Jaca.

1955. Petición de declaración de Monumento Histórico Artistíco. 
 
1956. Se repara la estructura metálica de la torre.
 
1959. Plan de arreglo del chapitel de la Torre.

1968. Se aísla la torre.
         






                                                           BIBLIOGRAFÍA


Aznárez, Juan Francisco (1960). Estudios de historia jacetana. Instituto de Estudios Oscenses (CSIC).Huesca, 1960. 

BUESA CONDE, Domingo J.  La Torre del Reloj de Jaca.  Diputación General de Aragón. Zaragoza 1987.

CARDERERA Y SOLANO, Valentín. Mi diario de Viaje a Aragón... 1855.. Manuscrito en AFC y publicado en el anexo II.6.
 
Quadrado, José María (1844): Recuerdos y bellezas de España: Aragón. Vol. 1. Barcelona.
 
EVOLUCIÓN URBANA DE JACA, Catálogo de la exposición. Palacio de Congresos de Jaca (17 octubre-17 noviembre, 1991). Zaragoza, 1991.

GÓMEZ DE VALENZUELA, Manuel. Los linajes de los Abarca, señores de la Garcipollera y Serué (siglos XV a XVIII. Editan Asociación Sancho Ramírez. Jaca y Amigos del Serradlo. Sabiñánigo. 2022

GÓMEZ, Esteban C. La insurrección de Jaca. Los hombres que trajeron la república. Edita ESCEGO. Barcelona 1996.
 
GÓMEZ, Esteban C. El eco de las descargas. Adiós a la esperanza Republicana. Edita ESCEGO. Barcelona 2002.


GÓMEZ García, Alberto "El Castrum y el palacio real de Jaca"  Estudio realizado para beca de Investigación promovida por la Asociación Sancho Ramírez. Jaca, noviembre de 2017. 

Llabrés, Gabriel (1903). “El noticiario de Pedro Villacampa, de Jaca”, en “Revista de Huesca”, tomo I, núm. 3. Huesca. 179-200. Ed. facsimilar. I.E.A. Huesca, 1994.

Madoz, Pascual (1985): Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de España. Huesca,1845. Reedición DGA. Zaragoza. 
   
MAIRAL LÓPEZ, Valentín. Jaca, una ciudad que tuvo murallas. Su historia y derribo (195 a.C.- 1960). El Pirineo. Jaca, 2016.
 
MAURÍN, Joaquín. Cómo se salvó Joaquín Maurín. Recuerdos y testimonios, Jeanne Maurín. Crónica General de España. Ediciones Júcar. Madrid, 1980.

NAVAL MAS, Antonio . Las casas torreadas del Alto Aragón. Prames S. A. Zaragoza, 2007.

RUIZ I ENGRA, Antoni y SARRIÓ ANDRÉS, Pau. El paisaje sonoro de la jacetania: campanas, toques y relojes públicos. El Pirineo. Jaca, 2019.

















8 comentarios:

  1. Hola, Tino: ahí te quería ver. Abrumadora información, desconocida para mí pese a que dormí durante 16 años al ladito (no dentro, gracias a Dios). En mis tiempos se utilizaba como depósito de detenidos, antes de pasar, en su caso, a la cárcel de Huesca. Con motivo de salir de cabezudo un año en las fiestas de Santa Orosia pude entrar a la parte hoy derribada, donde ahora está la estatua (nos cambiábamos allí y nos daban 25 pesetas, un dineral para mí por entonces). Aquello era peor que una mazmorra medieval y no puedo imaginarme a 300 personas allí metidas a la vez y esperando el paseíllo. Debió ser terrible. Se me cayó el alma a los pies cuando, tras varios años, regresé a Jaca y vi que habían derribado el chapitel. Desastre sólo comparable al cometido en la plaza Biscós. Un abrazo. PLV.

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    1. Gracias amigo. Somos muchos, quizás todos los que vimos ese chapitel, los que lo echamos de menos. Sobre el Templete ya lo has dicho tú. Todavía colean a diario lamentaciones a su desaparición. Y lo dicho, gracias. Tu "insistencia" sobre este tema me ha llevado a sentarme y a escribir estas notas sobre la Torre.

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  2. Hola Tino: Enhorabuena por tu exhaustiva y profunda información.Leo tu blog y me parece superinteresante. Gracias por compartir la información, como jacetana me encanta saber las historias de mi tierra. Un saludo M José

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  3. Muchísimas gracias por un trabajo extraordinario.
    Cuánto por aprender.
    Un saludo y sigo leyéndote con el mayor interés.

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  4. De nuevo gracias Luis. Abrazos apretaos.

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  5. Fabuloso trabajo Valentín, el reloj de la Torre me marco el tiempo durante muchos años, viví en la Calle Ramiro I (antes La Luna ) del 1946 al 1962, era mi reloj, el de La Catedral sonaba más lejano y siempre iba mal, aparte de ello tiene para mi otros recuerdos como tu apuntas, no precisamente agradables, a pesar de ello como Jaqués me gusta saber. Buen trabajo, te lo has currado, ha valido la pena. Un abrazo.

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  6. Gracias Josechu. Y sí, tienes razón en el asunto al que te refieres. No son pocos los jaquees que sienten escalofríos al acercarse a la Torre, no les faltan motivos. Los hechos son los que fueron y, afrontarlos y no ponerse de perfil en asunto tan vergonzoso,lo considero un acto de justicia.

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